Elif Shafak - La isla del árbol perdido

"Si, como se dice, las familias se parecen a los árboles, esas estructuras arborescentes con raíces enredadas y ramas individuales que sobresalen en ángulos extraños, los traumas familiares son como la resina espesa, traslúcida, que gotea desde un tajo en la corteza. Se infiltran de generación en generación. 
Rezuman con lentitud, con un flujo tan leve que resulta imperceptible, y avanzan a través del tiempo y el espacio hasta que encuentran una grieta donde asentarse y coagularse. El recorrido de un trauma heredado es arbitrario; nunca se sabe quién puede contraerlo, pero a alguien le tocará. Entre los niños que crecen bajo el mismo techo, a algunos los afecta más que a otros. ¿Habéis conocido alguna vez a dos hermanos que hayan tenido más o menos las mismas oportunidades y sin embargo uno sea más melancólico y dado a recluirse? Eso pasa. A veces el trauma familiar se salta una generación entera y redobla su poder en la siguiente. Os podéis encontrar con nietos que cargan en silencio con los dolores y sufrimientos de sus abuelos."
Elif Shafak, La isla del árbol perdido

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El exilio, una reconstrucción familiar, una higuera...
Ixx, ago2025

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"La isla del árbol perdido" de Elif Shafak narra la historia de Ada, una adolescente en Londres que, tras la muerte de su madre, busca respuestas sobre su pasado familiar en Chipre, la tierra de sus padres. A través de la memoria, la naturaleza y el realismo mágico, la novela aborda temas como la identidad, el amor intergeneracional, el duelo y la reconciliación, presentando la desgarradora historia de una isla dividida y el poder curativo de la esperanza y la conexión humana.




"Un árbol es un guardián de la memoria. Enmarañadas bajo nuestras raíces, ocultas en nuestros troncos, están las nervaduras de la historia, las ruinas de las guerras que nadie llegó a ganar, los huesos de los desaparecidos. El agua que succionamos a través de nuestras raíces es la sangre de la tierra, las lágrimas de las víctimas y la tinta de las verdades que no han sido todavía reconocidas. Los seres humanos, sobre todo los vencedores que empuñan la pluma con la que escriben los anales de la historia, tienden a borrar tanto como a documentar. Nos queda a nosotras, las plantas, recoger lo indecible, lo no deseado. Como un gato que se hace un ovillo en su cojín favorito, un árbol se enrosca alrededor de los remanentes del pasado.
Cuando Lawrence Durrell, que se había enamorado de Chipre, decidió plantar cipreses en el jardín de detrás de su casa y metió la pala en la tierra, encontró esqueletos. Cómo iba a saber que no era en absoluto insólito. En cualquier parte del mundo donde hay o ha habido alguna vez una guerra civil o un conflicto étnico, pedid a los árboles indicios, porque somos los que reposan en silenciosa comunión con los restos humanos."



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