Carta

Esta carta fue escrita y enviada por Richard Burton a Liz Taylor ocho meses después de casarse con su última esposa, Sally Hay, y apenas una semana antes de su muerte, a los 59 años. Durante ese último año, nunca volvieron a verse. Liz Taylor encontró la carta en su casa de California al regresar del entierro de Burton en Suiza.


“Quiero saber cómo estás, odio mío, mi cara y mi cruz, sombra y luz, mi paloma y mi cuervo. Por aquí nada cambia: el lago sigue opaco, la tapia de lluvia persiste, y en la ventana ciega aún brilla el ágata del recuerdo de tus ojos violeta.

Es domingo por la tarde. Bebo… Déjame decirte que estoy triste como un perro viejo, y que mi soledad es una casa enorme, vacía e inútil, como esta. Mi gata amarilla maúlla… Ojalá lo hiciera bajo tu sombra, junto a tu silueta de diosa antigua. También ella te extraña y araña el molde de tu ausencia. Parece que le dejaste tus ojos para que no pueda olvidarte.

Si pudieras contestarme, si aún no fuera demasiado tarde para este marinero borracho que anhela regresar a su muelle… Aprieto el corazón contra la ventana y mi pulso, junto al reloj de la lluvia, repite tu nombre y el mío. Eres como la lluvia y la memoria, clara y oscura, el arma y la herida, falsa y hermosa, ardiente y fría…

Me sorprendo pensando que sigues aquí, que el tiempo no ha pasado, que esta no es la carta de un borracho, sino un poema desbaratado. Vuelve a mí aquel tiempo que habitamos como huéspedes del éxito, con nuestra cama a la deriva en los remolinos del Tíber, con las caricias de los celos y los mordiscos del deseo, las seducciones del engaño y el beso de la culpa. No hay vida sin ti. Eres el hueso y la vena, turbia y clara, el muro y la hiedra, la hierba que besará mi lápida. Eres la vida y la nada.

Ya no volverá aquel instante de tiniebla donde galopabas sobre la ola de mi orgasmo. Te sueño conmigo en ti.

Y termino como empecé: por aquí no hay nada nuevo. El lago sigue opaco, el viento ladra, es domingo por la tarde… No, ya es de noche, y bebo. Llueve sobre esta casa ruinosa, sin techo, con un suelo de pura ausencia. Llueve sobre mí y sobre estas palabras borrosas, que te nombran mil veces.

En el fondo, nunca nos hemos separado. Y supongo que nunca lo haremos…”

Ixx, mar25


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