Violaine Bérot - Como bestias
Un pueblo aislado en las montañas; un joven de fuerza sobrehumana con un don para sanar a los animales; una niña que aparece de la nada y que desata todos los rumores en un valle en el que todavía resuenan antiguas leyendas y misterios. Pocos elementos le bastan a Violaine Bérot para trenzar esta inolvidable historia a medio camino entre la novela negra y la fábula.
Intercalando los interrogatorios policiales a los habitantes del pueblo y las canciones de un misterioso coro, como en una tragedia griega o un moderno cuento de hadas, este libro hechizará y conmoverá a quien se adentre entre sus páginas.
Fuente: Gould
ADENDA
Violaine Bérot (Francia, 1967), se desplazó de un entorno urbano, donde ejercía como informática, hasta los Pirineos, en donde se dedicó a la cría de cabras durante años. Desde su debut literario a mediados de los noventa con la novela Jehanne, Bérot ha escrito una decena de libros. Esta autora nos la descubre esta vez la editorial Las afueras con traducción de Pablo Martín Sánchez.
Como bestias, un alegato rural
La historia que narra Como Bestias, el libro que nos ha llegado, tiene bastante que ver con la biografía de la autora. Nos vamos a un pueblo aislado en un valle de las montañas; allí la policía interroga a varios habitantes para intentar descubrir de dónde ha salido una niña pequeña de la que nadie sabía nada y quién es en realidad el joven con una brutal fuerza y un don para sanar a los animales que cuidad de ella.
Entre interrogatorio e interrogatorio, narrados de un modo que asemejan más a monólogos o reflexiones porque solo tenemos presentes las respuestas de los testigos y nunca las preguntas de la policía, se cuelan los cantos de las hadas que, en una formulación de coro griego —fórmula que parece recuperar vigor porque recientemente la hemos visto también en Las malas mujeres, de Aleixandre–, intercalan una segunda versión de la historia, una visión más enraizada con los cuentos populares y las fábulas que juega a completar el texto el original rellenando huecos para el lector.
Como bestias se articula así en un libro que combina un alegato de lo mágico con una ambientación puramente rural, hasta cierto punto desvaída y poco enraizada al no permitir una identificación clara de la extensión de las localidades a las que hace referencia. Estas a veces cobran la sensación de una pequeña ciudad y otras encogen hasta ser apenas un puñado de chamizos perdidos entre las montañas.
La construcción de la identidad
Como bestias es un libro que nos habla de cómo se construye una identidad. Pero no lo hace desde los propios actos o desde el yo que se describe —ninguno de los dos protagonistas, ni la niña ni el joven, tienen voz en el texto— sino desde la percepción que terceros adquieren a partir de los actos o, a veces, los rumores y habladurías.
Es una construcción que es a la vez real e imaginaria, como si diera a entender que la única percepción válida es la exterior al margen de lo que sienta cada uno. La novela habla así de los prejuicios, y esas habladurías que hoy se nutren de las redes digitales y antes lo hacían de los corrillos en iglesias y bares, se remontan aún más atrás si prestamos atención a la desaparición de la magia que era también, con sus leyendas y mitos, una representación de algo real.
Así que estamos frente a una combinación de real e irreal, de físico y etéreo, todo ello con una cierta aura de novela negra que impregna la historia, que la convierte en una suerte de documental sobre un crimen, con una fuerte dosis de realismo que logra dotando a cada personaje de un aura propia fácilmente identificable, una voz que resuena y se junta al resto de voces humanas para formar otro coro, este ya desacompasado del original de las hadas.
Sopesando una explicación evidente
Tal vez la historia hubiera sido más efectiva, más lograda, si la propia Bérot no se hubiera interpuesto en la narración casi al final de la novela, con una decisión —la de incluir un capítulo en torno a una voz que nada tiene que ver con el resto— cuando menos discutible, en tanto no solo no aporta nada al resto de la historia sino que da por hecho que el lector es incapaz de extraer de lo leído hasta el momento una explicación a los hechos. Algo que, por otra parte, es tan evidente que sonroja esa necesidad que asoma como una historia personal, al margen de narración ficticia.
Al margen de ese punto que considero defecto, Como bestias es un texto interesante en la forma e inteligente en el fondo que nos da pie a reflexionar en torno a las convenciones que nos dominan, a la necesidad de contemplar como única opción una forma de vida común a la mayoría de la población sin aceptar que hay segmentos de población que se sienten agredidos cuando se topan con comportamientos que no son idénticos al suyo aunque sean inocuos.
Fuente: Relatos en Construcción
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