Los barrios… - por Ixx (cuento)

En un barrio es difícil mantener un secreto, hay ojos y oídos en todas partes, las paredes oyen, los árboles miran. El eco de los rumores retumba en cada reunión, ya sea en un umbral o en un negocio. Todo se sabe, o acaba por saberse tarde o temprano.


La historia de Vito (es su apodo) se corría de boca en boca desde el verano pasado. Lo habían visto salir de un "amueblado", la antigüedad del término ya nos indica la edad de quien comenzó el rumor (¿o era verdad?). Rápidamente se fueron sumando datos, hay quien los vió en el shopping o quién, más prudente, creyó verlos pasar una tarde en un automóvil.
Claro, me faltó darles dos datos importantes: 1) Vito está casado desde hace veintiocho años, todos en el barrio recuerdan cuando celebró sus bodas de plata regalando habanos y bombones por el vecindario para compartir tanta alegría. 2) La joven con quien se lo ha visto era (o es todavía) amiga de su hija y apenas debe pasar los veinte años.
Hasta no hace tanto tiempo se quedaba a dormir en la casa con otras chicas en pijamas partis imposibles de ignorar por los escándalos que iban desde la música a alto volumen a los gritos de madrugada, alcohol y el aroma a porros que bajaba del balcón.
Su mujer, Beba, había sido preservada de los comentarios malignos ya sea por cuidarla o por temor a su carácter irascible que ya había manifestado en varias ocasiones yéndose a los bifes y hasta se supo que alguna vez echó a Vito de la casa amenazándolo con una cuchilla de carnicero, vaya a saber por qué. Pero eso fue hace tantos años, cuando muchos eran más jóvenes y briosos y el barrio era otra cosa, tiempos en que los vecinos en camiseta se quedaban al atardecer hablando y tomando vermouth a pesar de los mosquitos y los chicos peloteábamos en la calle o jugábamos a la mancha. Las calles eran tranquilas, pasaban pocos autos y los edificios aún no ensombrecían tan temprano la cuadra. Algunos jovencitos hasta hace poco resistían al virtual toque de queda tomando cerveza en la vereda hasta bien entrada la noche y a la mañana había que recoger los restos de la farra: latas, paquetes de cigarrillos, algún preservativo y como era habitual, de paso la caca de los perros que dejaban olvidada algunos dueños distraídos. Estos menesteres eran motivo de rezongos pero Beba cumplía su rutina con algo de placer porque siempre se encontraba casualmente con otras vecinas y además de ponerse al día podían llevar registro del movimiento de hombres y mujeres a esas horas, sabían quien iba y quien volvía, quien se había quedado sin empleo o cambiaba de trabajo, si hasta tenían las primeras intuiciones de alguna separación!
Esa mañana de otoño era diferente y lo sería para siempre porque a la par de la rutina, de escolares, repartidores de los mercados y empleados madrugadores apareció la pintada en la casa de enfrente. Era un poco lejos para su vista gastada y Beba se tuvo que salir de sus límites para intentar leerla, pero era evidente que los vándalos del aerosol se habían escabullido en la noche embadurnando de garabatos negruzcos el frente azul impecable del comercio de enfrente. Distraídamente se apoyó en la conversación con su vecina y como quien no quiere la cosa, charlando y barriendo se desplazaron hacia el empedrado aún húmedo de rocío. Ah! quedaron mudas al darse cuenta que en su propia vereda, en su propio frente una leyenda grafiteada decía lo que nadie se animó a decir de frente: "Abusador, bufarra, todo vuelve!". La brutal revelación-amenaza fue un choque y al menos a Beba la dejó pasmada, se le bloquearon las ideas y trató de no ver dando la espalda pero el otro mensaje escrito enfrente le llegó como un jab que la noqueó: "Tu mujer lo sabe?" alcanzó a leer antes de caer como una bolsa al suelo.
Desde esa jornada, ya nadie barre, bueno, a veces para las fiestas barre el marido o las hijas y Beba sale poco a la calle ni siquiera va al negocio del barrio por novedades, se dice que las pintadas fueron obra de la joven despechada o de su madre que se opondría a la relación o hasta se habla de un noviecito de la chica. Se rumoreaba que pudo ser incluso alguna vecina envidiosa... vaya uno a saber! Las habladurías tienen estas cosas, a veces son imposibles de contener y suelen ser irremediables, aunque en el fondo puedan no ser otra cosa que la más pura verdad.

Ixx-nov10

Los barrios… (cuento)
23ene2010

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