Aquellos discos long play ¿el regreso?

Cuando era un joven estudiante de electrónica imaginaba un futuro con música en medios portátiles, livianos, irrompibles, recargables... y pasó! Todo eso sucedió de la mano de la tecnología que hace posible la música en todas partes a disposición e irrompible. Porque los medios se dañaban, los discos (que así llamábamos a los LP, hoy vinilos) requerían de mucho cuidado, acumulaban partículas de polvo en los surcos, al friccionarse unos con otros fuera de sus fundas se "rayaban" literalmente y producían un ruido a fritura que en pequeñas dosis hoy parece romántico pero cuando se trataba de escuchar sonidos suaves o bajos era insufrible. Pero el disco en aquellos tiempos era el acceso a la música que a uno le gustaba sin demasiadas complicaciones ya que un álbum de moda ofrecía el corte más popular en formato "simple", un disco de vinilo de siete pulgadas con una canción de cada lado (tenía dos caras) y a un precio accesible. Entonces por el precio de un LP podías comprarte tres o cuatro simples con los temas de moda de diferentes intérpretes. Situémonos: por aquellos días no había música on demand, las radios pasaban las mismas canciones todo el día y las FM apenas asomaban. Se socializaba, en un grupo de amigos uno compraba un par de discos, los demás otros y así se armaba un abanico más amplio, se sumaban en las fiestas en alguna casa y allí se pasaban y repasaban los discos y así quedaban! ¿Cuánto podían tardar en  rayarse? Pero mientras la canción siguiera se aprovechaban hasta que "saltaba"! ¿Qué esto? Bueno, que la raya desviaba la púa de la cápsula lectora y la canción repetía eternamente una parte o la desaparecía por completo, ese era el fin y el disco pasaba a descarte.
Hoy vuelven romantizados, se los llama por el nombre del material de factura, el vinilo pero ya no son de consumo popular, no se llevan a los parques para bailar ni se compra el "vinilo" simple de moda para regalar en navidad. Bienvenido sea que estén de regreso con esas portadas de 12x12 pulgadas que permiten el desarrollo artístico de una idea gráfica y que se pueden apreciar mientras se deleita uno con la música. Bienvenida la "metadata" de regreso: el nombre de un productor o de un estudio de grabación o saber quien toca tal o cual instrumento en determinada canción. ¿Hay tiempo para estas cosas entre los consumidores/melómanos actuales?
En resumen: vuelven los discos (hoy vinilos) pero la cultura que los demanda es totalmente otra.
Ixx, ene21



A continuación una serie de consideraciones de la nueva realidad de los vinilos:



Se estima que un tercio de las novedades internacionales y nacionales se editan hoy en vinilo. No es exagerado estimar que cada mes llegan al mercado global cerca de un millar de referencias, entre novedades y reediciones. Muchas de ellas ni siquiera llegan a España, pero tiendas como Bajoelvolcán, en el madrileño y castizo barrio de Lavapiés, hacen lo posible para ofrecerle al consumidor una selección muy amplia. “Vivimos un momento dorado de la publicación de discos -dice sin dudarlo Fernando Velasco, su propietario-. Para mí, es muy complicado, porque la oferta es enorme y puedo llegar apenas al diez por ciento de lo que sale, pero para el público es fantástico. Se publican cosas que jamás se habían editado. Se hace auténtica arqueología musical. No se trata de hacer sólo digging, sino de investigar qué pasó con las cintas de un sello pequeñito de Detroit…y hay grupos que son una pasada. En ese sentido, es un momento mágico. Y aunque yo recomiendo siempre comprar el original, hoy se reedita muy, muy bien”.

El formato que más ingresos generó en 2015 fue el disco de vinilo, que ha ido creciendo exponencialmente en los últimos años hasta alcanzar su nivel más alto desde 1988. Pero, ¿cómo es posible que, en una época en la que los formatos digitales permiten tener la música al alcance en cualquier momento y en cualquier lugar, sean los formatos analógicos los que más crezcan? La clave se encuentra en una combinación de sonido y experiencia.

Aquellos elepés
Eran elepés, así los llamábamos. La palabra vinilo no sé de dónde demonios salió, pero no era la nuestra. Lo que yo compraba con las 325 pesetas arrugadas y sudadas en la mano derecha se llamaban elepés, y hacían milagros, milagros como que de repente tu vida de adolescente insignificante se convirtiera en algo especial. Los elepés eran materia, porque ocupaban un espacio visible en tu casa, encima de la cama, al lado del tocadiscos: tu familia veía a esos tipos extraños que salían en las cubiertas de los elepés. Los elepés fueron 31 centímetros cuadrados de vida ganados a la España de 1973. La cubierta del Rock and Roll Animal de Lou Reed dibujaba un enigma. Había allí una religión. Limpiaba el vinilo con un cuidado de monaguillo, la aguja del tocadiscos, la funda de plástico siempre sin arrugar en donde iba el vinilo. Todo en orden. Ojo, que no quedara ni una mota de polvo. Había muchos productos de limpieza para el vinilo. Pero todo era inútil y se acababan rayando y la aguja se atascaba. Mis discos favoritos se rayaron todos porque yo era un obseso y las canciones que me gustaban las oía mil veces al día. Ningún vinilo puede soportar a Manuel Vilas. Porque lo que me gusta me gusta todo el rato. Si me enamoro de una canción, la escucho un millón de veces.
Lo que hacía de crío era grabar los elepés en cintas de casete, para no rayarlos. O sea que todo era subdesarrollo. Cuando llegaron los CD me dije “coño, Vilas, la solución, eso no se rayará”. Pero también se rayaban, porque ningún cedé puede soportar a Manuel Vilas y su caos y su obsesión por sustituir el silencio de Dios por la voz de Lou Reed. Todo se rompía. Todo se rompe. Los malditos seres humanos no saben inventar nada que no se rompa. (Manuel Vilas)

Más que música, un ritual
Más allá de especificaciones técnicas o modas, no hay duda que el vinilo aporta un sentido de ‘ritual’ al momento de escuchar música. Hoy en día, existen interesantes opciones de giradiscos portátiles; no obstante, el vinilo sigue sin tener la capacidad que tienen los soportes digitales de estar en cualquier momento y lugar (escuchamos Spotify en el metro, por la calle, mientras trabajamos…), por lo que se trata de una experiencia totalmente diferente: con el vinilo, se trata de escuchar música y no hacer nada más. Nos vamos a una sala, pasamos las manos por los discos de la estantería hasta encontrar el que nos gusta, lo manipulamos con mimo y cuidado para no dañarlo…

Por Edgardo Ritacco | Jueves 1 de febrero de 2018
El regreso del vinilo
(Por Edgardo Ritacco, director periodístico de Adlatina.com) – Quedaron fuera de circulación comercial a fines de los años 80, desplazados por la bruñida superficie de los CDs, y su último refugio parecía ser las tiendas de objetos usados llenos de polvo. Pero reaparecieron –al principio, lentamente– hace pocos años, y actualmente grandes compañías como Sony han anunciado que volverán a fabricarlo
El regreso del vinilo
El vinilo en acción: ahora con reproductores perfeccionados, vuelve a ocupar un lugar importante en la industria discográfica.
Debieron pasar casi tres décadas para que una compañía como Sony anunciara que comenzaría a producir nuevamente discos de vinilo. Un artículo que parecía desechado definitivamente al terminar los años 80 volvía a ganar un espacio en la industria discográfica, cuando ya se lo veía como un medio sólo reservado a los nostálgicos y los coleccionistas de música.
La novedad, que hasta hace meses era algo reservado a un nicho, sorprendió a todo el mundo. ¿Cómo era posible que el ubicuo CD, de sonido aparentemente impecable y resistente como ninguno hasta a los tratos más despiadados de los usuarios, empezara a ceder terreno frente a esos “enormes” trastos de vinilo, que requerían de un uso especial en bandejas giradiscos y pick-ups con púas de duración limitada, que para casi todos eran cosa del pasado?
Apresurémonos a decir que “ceder terreno” es una expresión relativa. El dominio de los discos compactos o CDs es abrumador en el mercado: no en vano estuvo libre competencia desde que la misma Sony y otras grabadoras dejaron de fabricar las unidades de vinilo en 1989. Pero a pesar de la creciente popularidad de servicios de música digital como Spotify, las grabaciones de la vieja escuela se están colando otra vez en las estadísticas y los locales de venta. La consultora Deloitte pronosticó que el vinilo, como industria, generaría un crecimiento de dos dígitos en 2018, y que vendería 40 millones de discos, para generar unos 900 millones de dólares en ganancias para las grabadoras.
Estas cifras crudas se pueden apreciar con más facilidad diciendo que los vinilos podrían representar hoy hasta un 18% de los ingresos de música física grabada. Paralelamente, se verían beneficiadas las industrias de aparatos reproductores, púas y otros accesorios necesarios para reproducir la música de los vinilos.
Nuevos reproductores
Sony y Panasonic ya lanzaron el año pasado nuevos modelos de tocadiscos. Una portavoz de Sony anunció que la empresa reactivará la producción de vinilos para marzo de 2018 en una fábrica ubicada al sudoeste de Tokio, pero no se explayó sobre el contenido.
La marca instaló en febrero de 2017 una máquina de grabación analógica que hace copias maestras de discos para la producción en masa, y ahora está presentando una maquina de impresión, informó Alec Macfarlane, de CNN Money.
El mayor desafío de la resucitada industria es la falta de ingenieros experimentados en la fabricación de discos. Los hombres que trabajaban en ese sector están regresando a la empresa como consejeros, según la vocera. Se trata de personas de entre 70 y 90 años, que se muestran emocionadas por volver a su antigua actividad, a la que creían enterrada definitivamente en sus recuerdos.
Los pronósticos de ventas de vinilos todavía están muy lejos de sus años mozos –a fines de los 70 y comienzos de los 80–, cuando sólo en Estados Unidos se vendía más de medio millón de discos por año. Pero lo cierto es que ni Spotify ni ningún otro servicio de música en streaming generó más ingresos desde 2015 que los discos de vinilo. De hecho, el crecimiento de este soporte ha sido exponencial y alcanzó su nivel más alto desde 1988.
Hay quienes se preguntan cómo es posible que, en una época en la que formatos digitales permiten tener la música al alcance de la mano en cualquier momento y lugar, sean los analógicos los que más crezcan. Al parecer, la clave se encuentra en una combinación de sonido y experiencia.
La calidad del sonido
Los interrogantes son varios. Por ejemplo, ¿suenan mejor los discos de vinilo que los CDs, como aseguran sus fans?
Al parecer, la respuesta es que no suenan mejor ni peor: suenan diferente.
Mientras los vinilos, al ser analógicos, son en teoría una reproducción exacta de la onda de audio original, los CDs, al pasar por un proceso de conversión al formato digital, sufren una pérdida de información que les impide almacenar toda la onda de sonido.
Pero ese sonido supuestamente más “fidedigno” que contiene el vinilo, no puede ser reproducido con exactitud tal como se ha grabado. Es decir: el sonido se almacena tal cual es, pero llega al oyente de otra manera, sostienen algunos expertos.
Otro factor que añaden los conocedores es que el vinilo requiere –para evitar distorsiones– de un rango dinámico (la diferencia entre la nota más alta y la más baja) más limitado, lo que provoca la pérdida de agudos. Por eso, tal vez, los aficionados al vinilo dicen que su sonido es “más cálido” y agradable al oído, mientras que el CD puede resultar más frío.
También se sostiene que el vinilo ofrece un sonido “con más cuerpo” o más grueso. Eso se debería a la distorsión y las vibraciones que provocan las ondas sonoras de los altavoces y el vaivén de la púa sobre los surcos. Pero este punto tampoco queda claro, porque los CDs también llegan a los oyentes a través de altavoces, por ejemplo.
En suma, muchas de las virtudes que se atribuyen a los vinilos serían consecuencias de sus defectos, pero aún así, muchos sostienen que en eso reside parte de su encanto. Además, los giradiscos y el resto de los accesorios han mejorado notablemente la calidad que tenían en los años 80, al reducir, por caso, el famoso “ruido a púa” o los saltos provocados por fallas en el surco del disco, que casi siempre se deben al uso poco cuidadoso de sus dueños.
Otra vez el ritual
Es muy importante tener en cuenta que el uso del vinilo se vuelve a convertir en un ritual en el momento de escuchar música. Mientras hoy se pueden reproducir temas musicales en casi cualquier parte, con el vinilo, en cambio, se trata de escuchar música y no hacer otra cosa a la vez. La experiencia de quienes empezaron a usar los discos de vinilo desde que aparecieron en el mundo (alrededor de 1958, con los recordados long plays) revive en las manos de los jóvenes o los adultos que vivieron el notable paso de los discos de pasta de 78 RPM a los LP. En ese momento se produjeron varias cosas de máxima importancia: el sonido mejoró notablemente (con la aparición, incluso, de las grabaciones estereofónicas) y el material irrompible aseguraba una duración que nunca tuvieron las viejas placas de pasta. La “alta fidelidad” parecía, en ese momento, una cumbre difícil de superar por las empresas grabadoras, y esa sensación se extendió hasta la llegada de los discos compactos, que, a su vez, también parecieron insuperables en su momento.
Pero el vinilo, calladamente, llegó al escenario como una moda retro que empezó a apoderarse de las voluntades, tanto de los nostálgicos como de los jóvenes, especialmente los millennials y la generación Z, siempre en búsqueda de novedades.
Larga vida al vinilo. No parece ser una moda pasajera.





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