martes, 15 de diciembre de 2020

Boris Vian (Adriana Muscillo) en Clarín 2019

Boris Vian: el autor que se burló de todo y murió en el cine, viendo una película sobre su libro

Homenajes, sesenta años después
Vivió sólo 39 años y dejó novelas como “Que se mueran los feos”. Hasta Capusotto y Alfredo Caseros usaron temas suyos.




Adriana Muscillo

Lo han definido como polímata, que es una manera de decir que sabía hacer muchas cosas y en profundidad. Pero, ¡ay! Cuánto habría fastidiado a Boris Vian esa y cualquier otra definición que pretendiera encasillarlo. Es verdad que hacía de todo y todo bien. En su corta vida -nació en 1920 y vivió solo 39 años- fue un gran escritor: novelista, poeta, dramaturgo y autor de canciones muy revulsivas. Además, trompetista (y muy bueno), periodista, actor y hasta ingeniero. Sin embargo, para hacer justicia a su figura habrá que evitar las definiciones frías y decir que fue uno de los más geniales, brillantes, inteligentes y agudos observadores y críticos de su época. Con su humor fino y punzante, supo desafiar todos los cánones establecidos. Dueño de un desparpajo ácido y mordaz y de una audacia superlativa, usó su talento expresivo para mofarse de todo y de todos, hasta de sí mismo.

Dejó de editarse la mítica revista que fundaron Sartre y De Beauvoir
Este año se cumplieron 60 de su muerte y, en marzo de 2020, será el centenario de su nacimiento. Por eso, el martes 26 y miércoles 27 de noviembre, la Alianza Francesa y el departamento de Literatura de la Asociación Amigos de Bellas Artes lo homenajearán con una serie de actividades que incluyen un recital de sus canciones, una charla sobre su legado y la lectura de algunos de sus poemas.

Boris Vian nació en las afueras de París. Tuvo una infancia difícil. Pertenece a esa estirpe de creadores torturados que, de algún lado reciben el regalo del talento, como contrapeso. En su caso, la herencia le llegó de su madre, pianista, aficionada al arpa y amante de la ópera y de su padre, poeta, traductor de inglés y alemán, aparte de interesarse por la mecánica y la electricidad (de ahí que Boris resultara ingeniero). Su familia vivió de rentas hasta la crisis de 1929, cuando comenzaron las penurias económicas que, luego, se agravaron con el asesinato de su padre. Por si fuera poco, a los 12 años Boris enfermó de fiebre reumática, que derivó en tifoidea, lo cual le provocó una afección cardíaca que terminó marcando su corta vida hasta el final.

Al estilo del gran Fernando Pessoa, Vian usó variados heterónimos, el más conocido fue Vernon Sullivan. Otros fueron los anagramas Boriso Viana, Baron Visi, Brisavion y tantos más. También a Vian le gustaba inventar palabras. Inventó, por ejemplo, "pianocktail", un término que aparece en una de sus primeras novelas, La espuma de los días y que vendría a significar algo así como el cóctel de melancolía y recuerdos que puede despertar la melodía de un piano.

En 1941 (a los 21) se casó con Michelle L’Eglise-Vian, con quien tuvo dos hijos, Patrick y Carole y, en el 42, se recibió de ingeniero. En el 43 escribió sus primeras novelas y comenzó a colaborar con Les Temps Modernes, de Jean-Paul Sartre y Le Combat, de Albert Camus. Boris y Michelle se hicieron amigos de Sartre y Simone de Beauvoir y comenzaron a salir a tomar café o tragos por los bistrot de Saint-Germain-des Prés. Por entonces, la crítica consideraba a Vian como baluarte de la juventud existencialista, lo cual hizo que otra vez, (¡Oh, las etiquetas!) Vian quisiera salirse de ello, mofándose también de ese grupo de intelectuales. Es decir, en el fondo, de sí mismo.

Se sabe que Sartre y su mujer mantenían una relación abierta o lo que hoy llamaríamos “poliamor”, de manera que fue normal para ellos que, al poco tiempo, Jean-Paul se enredara en amores con Michelle. Pero no fueron “felices los cuatro” porque Vian no estaba al tanto ni participaba del plan. De manera que nuestro enfant terrible, para vengarse, publicó la historia de un hombre macilento que llevaba el mote de "la Garza", se dejaba absorber por el jazz y escribía disparates irracionales y lo firmó como Jean-Sol-Partre. El humor como escudo parece que funciona.

Vian aborrecía las etiquetas, no creía en las condecoraciones ni en los premios franceses ni en la Academia ni en el Colegio de Francia ni en la Legión de Honor. Por eso, fue nombrado Sátrapa del Colegio de Patafísica (una asociación creada, justamente para burlarse de todo aquello).

Boris Vian sentía un profundo rechazo hacia la hipocresía y el snobismo de las élites culturales de la sociedad francesa de aquellos tiempos. De hecho, en una de sus canciones, llamada Soy Snob, relata con mucho humor las costumbres aristocráticas, como comer queso camembert con cucharita, vestir corbatas italianas y vivir en departamentos lujosos. Fue muy famosa su canción El desertor, escrita en 1954, en la que alienta a los jóvenes a dejar el servicio militar y no ir a la guerra. Dice en su canción: “Señor Presidente, si hay que ir a dar sangre, vaya y ofrezca la suya”.

Otras canciones se hicieron muy conocidas en nuestro país cuando fueron usadas en la televisión. Por ejemplo, la canción Mozart con nosotros, en la que Vian le pone una letra desopilante a La marcha turca de Mozart, fue cortina de apertura del programa de televisión Cha Cha Cha, de corte surrealista y absurdo, conducido por Alfredo Casero, en los ‘90. También, La queja del progreso, otra de las canciones emblemáticas de Vian en la que habla del cambio en las relaciones amorosas a partir de la era de los electrodomésticos, cuando aparece el confort con licuadoras y cortadoras de verduras, fue utilizada, en el mismo programa, para musicalizar un sketch de un mimo muy gracioso que protagonizaba Diego Capusotto.

En cuanto a su obra literaria, escribió diez novelas y fue tan admirado como resistido. Toda su obra fue muy polémica. Por ejemplo, Escupiré sobre vuestras tumbas, publicada en 1946 y firmada como Vernon Sullivan, logró escandalizar a la sociedad francesa por su estilo descarnado. La novela trata de un joven de raza negra pero con apariencia de blanco que decide vengar la muerte de su hermano a manos de racistas blancos. Entonces planea un plan macabro, lleno de violencia física y sexual. Esto consiguió escandalizar a la sociedad pacata de la época y la novela fue tildada de violenta y pornográfica y censurada. Él y su editor fueron procesados por “ultraje a la moral y a las buenas costumbres”.

Vian fue casi un maldito más, como su coterráneo, Charles Baudelaire (1821-1867) pero cien años después. Ambos sufrieron de niños, ambos murieron jóvenes, incluso se parecían físicamente y hasta los desvelaban los mismos temas. De hecho, Baudelaire –un siglo atrás- se divertía en las tertulias culturales de su época pavoneándose del brazo de su musa, Jeanne Duval, una hermosa y joven prostituta mulata y haitiana, de belleza salvaje y muy sexual, ante la mirada condenatoria de esa misma sociedad hipócrita, conservadora y racista con la que lidiaba Vian. Parece que todo cambia pero, en el fondo, nada cambia.

Hubo otras muchas novelas muy buenas, como La espuma de los días (1947), una historia oscura en la que al protagonista le crecen nenúfares en los pulmones, en un mundo fantástico y melancólico donde todo es confuso y triste. Otras obras son El otoño en Pekín (1947), La hierba roja (1950), Con las mujeres no hay manera (1948) o Que se mueran los feos (1948), en la que el personaje del doctor Schulz se empeña en mejorar la raza humana y hacerla más bella. Otras de sus obras destacadas son Todos los muertos tienen la misma piel (1947), donde también se evidencia su obsesión por el racismo (negros y blancos morimos igual).  

De su faceta de poeta cabe mencionar Cantinelas de hielo (1950), No quisiera morir (editada de forma póstuma en 1962) cuyo título original es No quisiera reventar. Claro, otra de su obsesiones era la muerte, a la que siempre veía cercana.

El 23 de junio de 1959 se estrenó la película basada en su novela Escupiré sobre vuestras tumbas, un proyecto del que Vian había sido apartado por diferencias con los realizadores. Al finalizar la proyección, las butacas se fueron vaciando hasta que quedó solo una ocupada. En ella, yacía el cuerpo sin vida de Boris Vian. Quizás haya sido esa su última y gran rebelión final.

Boris Vian. Una figura del siglo XX. / AP
Música y letras. Boris Vian fue novelista, poeta, dramaturgo, autor de canciones. / AP
25/11/2019 15:47 
Clarín.comCultura
Actualizado al 25/11/2019 18:20
Políticamente incorrecto.

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