lunes, 13 de enero de 2020

Millenium

La trilogía Millennium

el 2/25/2012 07:48:00 p. m.
http://bahiasinfondo.blogspot.com/2012/02/la-trilogia-millenium.html

Hace unos días terminé de leer la tercera entrega de la saga Millennium, de Stieg Larsson. No pude leer la trilogía de un tirón, sino que leí los dos primeros libros en forma consecutiva, y luego hubo un compás de espera de casi un año, hasta que conseguí la tercera y última parte. El volumen de la obra asusta un poco de antemano, unas 2600 páginas entre los tres libros, pero en la práctica la lectura es tan apasionante que pareciera que fuesen muchas menos páginas. Se trata de una de esas historias donde cuesta abandonar la lectura, porque al final de cada capítulo te deja con la intriga de lo que sigue.

Si bien se trata de una trilogía, el primer libro se puede leer en forma aislada, lo cual es bueno para aquel que tiene curiosidad por la historia pero que no se anima a empezar por temor a que sea demasiado extensa. Los libros segundo y tercero deben leerse en forma consecutiva, porque la historia continúa; y en este caso la base del primer libro ayuda a comprender de mejor forma el comportamiento de los personajes principales. En el primer libro nos encontramos con la historia de Henrik Vanger, un empresario que vive obsesionado con resolver el caso de la desaparición de su sobrina Harriet Vanger, ocurrida 37 años antes. Para ello contrata a Mikael Blomkvist, un periodista de investigación que está pasando por una situación legal complicada, quien a su vez contará con la colaboración de Lisbeth Salander, una peculiar y antisocial investigadora. En el transcurso de esta búsqueda se irán revelando cosas ocultas e impensadas sobre la familia Vanger y sobre los mismo protagonistas. En los otros dos libros se desarrolla otra historia, con Mikael y Lisbeth como protagonistas, en la que se verán envueltos en una investigación sobre tráfico y prostitución de mujeres en Suecia. Esta vez la historia llevará a los protagonistas a meterse en las mismas entrañas del gobierno sueco.


Los tres libros de la saga Millennium, ordenados cronológicamente de izquierda a derecha.

Una de las cosas que más me gustó de esta trilogía, además del ritmo de la narración y la complejidad de la trama y sus personajes, es la ambientación en Suecia. Esto cae casi de maduro porque Stieg Larsson era un periodista sueco, pero a lo que me refiero es que no estoy acostumbrado a leer historias ambientadas en Escandinavia. He leído muchas obras ambientadas en Argentina, en Sudamérica, en España, en Norteamérica, o sea, lugares cuya geografía ya me suena familiar, sea porque la conozco en persona o simplemente por la lectura repetida. Sin embargo este no es el caso de Suecia, donde no conozco más que el nombre de su capital, Estocolmo. Eso le da más color al relato, en donde uno debe imaginarse y ubicarse en nuevos y desconocidos lugares. Por cierto, si están leyendo el primer libro, no busquen la ciudad de Hedestad, es ficticia.

Habiendo leído esta trilogía, uno tiene ganas de leer más obras del autor, pero nos vamos a quedar con las ganas. Lamentablemente Stieg Larsson falleció en 2004, pocos días después de entregar los originales de la tercera parte de la saga al editor, y antes de ver a la venta el primer libro de su trilogía. Según se rumorea, al fallecer dejó inconcluso otro libro, que iba a continuar la saga de Millennium, y que la idea original del autor era escribir una saga de 10 libros.

De mi experiencia personal al leer la trilogía encontré que quedan algunos cabos sueltos, muy pequeños, sutiles, pero suficientemente sugerentes como para servir de enganche con una continuación. Si aún no has leído la historia y pretendes hacerlo, voy a decir algunas cosas que no son fundamentales pero que pueden darte pistas, así que puedes dejar de leer acá mismo. Decía que quedan algunos cabos sueltos, como por ejemplo, que fue de la vida de Camilla Salander, la hermana de Lisbeth, que se menciona en varias partes pero que está desaparecida desde hace diez años. También está Harriet Vanger, y la familia Vanger en sí, cuya historia terminó en el primer libro pero que aún se insinúa algo en los otros dos. Algunos personajes de la segunda y tercera partes que son importantes pero que luego de cumplir su cometido desaparecen de la novela y no se sabe más de ellos (Paolo Roberto, Anders Jonasson, etc.). Y también los misteriosos amigos de Lisbeth: Plague, Trinity, y el resto de los hackers.

Comentario final: Es una historia que bien vale la pena lo que cuesta (si, los libros de han vuelto algo caros), con mucho ritmo, mucha intriga, y personajes super interesantes. Los va a tener unos meses ocupados, pero van a ser meses de puro disfrute. Por cierto, ¿por qué se llama Millennium la saga? Pues ese es el nombre de la revista en la cual trabaja Mikael Blomkvist. Hasta la próxima.

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https://elpais.com/diario/2009/09/06/opinion/1252188011_850215.html

Lisbeth Salander debe vivir

He leído 'Millennium' con la felicidad y excitación febril con que de niño leía a Dumas o Dickens. Fantástica. Esta trilogía nos conforta secretamente. Tal vez todo no esté perdido en este mundo imperfecto

POR MARIO VARGAS LLOSA
6 SEP 2009

Comencé a leer novelas a los 10 años y ahora tengo 73. En todo ese tiempo debo haber leído centenares, acaso millares de novelas, releído un buen número de ellas y algunas, además, las he estudiado y enseñado. Sin jactancia puedo decir que toda esta experiencia me ha hecho capaz de saber cuándo una novela es buena, mala o pésima y, también, que ella ha envenenado a menudo mi placer de lector al hacerme descubrir a poco de comenzar una novela sus costuras, incoherencias, fallas en los puntos de vista, la invención del narrador y del tiempo, todo aquello que el lector inocente (el "lector-hembra" lo llamaba Cortázar para escándalo de las feministas) no percibe, lo que le permite disfrutar más y mejor que el lector-crítico de la ilusión narrativa.

"Es posible que una novela sea formalmente imperfecta y, al mismo tiempo, excepcional."

"La novedad es haber invertido los términos y hacer del personaje femenino el ser más activo."

¿A qué viene este preámbulo? A que acabo de pasar unas semanas, con todas mis defensas críticas de lector arrasadas por la fuerza ciclónica de una historia, leyendo los tres voluminosos tomos de Millennium, unas 2.100 páginas, la trilogía de Stieg Larsson, con la felicidad y la excitación febril con que de niño y adolescente leí la serie de Dumas sobre los mosqueteros o las novelas de Dickens y de Victor Hugo, preguntándome a cada vuelta de página "¿Y ahora qué, qué va a pasar?" y demorando la lectura por la angustia premonitoria de saber que aquella historia se iba a terminar pronto sumiéndome en la orfandad. ¿Qué mejor prueba que la novela es el género impuro por excelencia, el que nunca alcanzará la perfección que puede llegar a tener la poesía? Por eso es posible que una novela sea formalmente imperfecta, y, al mismo tiempo, excepcional. Comprendo que a millones de lectores en el mundo entero les haya ocurrido, les esté ocurriendo y les vaya a ocurrir lo mismo que a mí y sólo deploro que su autor, ese infortunado escribidor sueco, Stieg Larsson, se muriera antes de saber la fantástica hazaña narrativa que había realizado.

Repito, sin ninguna vergüenza: fantástica. La novela no está bien escrita (o acaso en la traducción el abuso de jerga madrileña en boca de los personajes suecos suena algo falsa) y su estructura es con frecuencia defectuosa, pero no importa nada, porque el vigor persuasivo de su argumento es tan poderoso y sus personajes tan nítidos, inesperados y hechiceros que el lector pasa por alto las deficiencias técnicas, engolosinado, dichoso, asustado y excitado con los percances, las intrigas, las audacias, las maldades y grandezas que a cada paso dan cuenta de una vida intensa, chisporroteante de aventuras y sorpresas, en la que, pese a la presencia sobrecogedora y ubicua del mal, el bien terminará siempre por triunfar.

La novelista de historias policiales Donna Leon calumnió a Millennium afirmando que en ella sólo hay maldad e injusticia. ¡Vaya disparate! Por el contrario, la trilogía se encuadra de manera rectilínea en la más antigua tradición literaria occidental, la del justiciero, la del Amadís, el Tirante y el Quijote, es decir, la de aquellos personajes civiles que, en vista del fracaso de las instituciones para frenar los abusos y crueldades de la sociedad, se echan sobre los hombros la responsabilidad de deshacer los entuertos y castigar a los malvados. Eso son, exactamente, los dos héroes protagonistas, Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist: dos justicieros. La novedad, y el gran éxito de Stieg Larsson, es haber invertido los términos acostumbrados y haber hecho del personaje femenino el ser más activo, valeroso, audaz e inteligente de la historia y de Mikael, el periodista fornicario, un magnífico segundón, algo pasivo pero simpático, de buena entraña y un sentido de la decencia infalible y poco menos que biológico.

¡Qué sería de la pobre Suecia sin Lisbeth Salander, esa hacker querida y entrañable! El país al que nos habíamos acostumbrado a situar, entre todos los que pueblan el planeta, como el que ha llegado a estar más cerca del ideal democrático de progreso, justicia e igualdad de oportunidades, aparece en Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, como una sucursal del infierno, donde los jueces prevarican, los psiquiatras torturan, los policías y espías delinquen, los políticos mienten, los empresarios estafan, y tanto las instituciones y el establishment en general parecen presa de una pandemia de corrupción de proporciones priístas o fujimoristas. Menos mal que está allí esa muchacha pequeñita y esquelética, horadada de colguijos, tatuada con dragones, de pelos puercoespín, cuya arma letal no es una espada ni un revólver sino un ordenador con el que puede convertirse en Dios -bueno, en Diosa-, ser omnisciente, ubicua, violentar todas las intimidades para llegar a la verdad, y enfrentarse, con esa desdeñosa indiferencia de su carita indócil con la que oculta al mundo la infinita ternura, limpieza moral y voluntad justiciera que la habita, a los asesinos, pervertidos, traficantes y canallas que pululan a su alrededor.

La novela abunda en personajes femeninos notables, porque en este mundo, en el que todavía se cometen tantos abusos contra la mujer, hay ya muchas hembras que, como Lisbeth, han conquistado la igualdad y aun la superioridad, invirtiendo en ello un coraje desmedido y un instinto reformador que no suele ser tan extendido entre los machos, más bien propensos a la complacencia y el delito. Entre ellas, es difícil no tener sueños eróticos con Monica Figuerola, la policía atleta y giganta para la que hacer el amor es también un deporte, tal vez más divertido que los aerobics pero no tanto como el jogging. Y qué decir de la directora de la revista Millennium, Erika Berger, siempre elegante, diestra, justa y sensata en todo lo que hace, los reportajes que encarga, los periodistas que promueve, los poderosos a los que se enfrenta, y los polvos que se empuja con su esposo y su amante, equitativamente. O de Susanne Linder, policía y pugilista, que dejó la profesión para combatir el crimen de manera más contundente y heterodoxa desde una empresa privada, la que dirige otro de los memorables actores de la historia, Dragan Armanskij, el dueño de Milton Security.

La novela se mueve por muy distintos ambientes, millonarios, rufianes, jueces, policías, industriales, banqueros, abogados, pero el que está retratado mejor y, sin duda, con conocimiento más directo por el propio autor -que fue reportero profesional- es el del periodismo. La revista Millennium es mensual y de tiraje limitado. Su redacción, estrecha y para el número de personas que trabajan en ella sobran los dedos de una mano. Pero al lector le hace bien, le levanta el ánimo entrar a ese espacio cálido y limpio, de gentes que escriben por convicción y por principio, que no temen enfrentar enemigos poderosísimos y jugarse la vida si es preciso, que preparan cada número con talento y con amor y el sentimiento de estar suministrando a sus lectores no sólo una información fidedigna, también y sobre todo la esperanza de que, por más que muchas cosas anden mal, hay alguna que anda bien, pues existe un órgano de expresión que no se deja comprar ni intimidar, y trata, en todo lo que publica e investiga, de deslindar la verdad entre las sombras y veladuras que la ocultan.

Si uno toma distancia de la historia que cuentan estas tres novelas y la examina fríamente, se pregunta: ¿cómo he podido creer de manera tan sumisa y beata en tantos hechos inverosímiles, esas coincidencias cinematográficas, esas proezas físicas tan improbables? La verosimilitud está lograda porque el instinto de Stieg Larsson resultaba infalible en adobar cada episodio de detalles realistas, direcciones, lugares, paisajes, que domicilian al lector en una realidad perfectamente reconocible y cotidiana, de manera que toda esa escenografía lastrara de realidad y de verismo el suceso notable, la hazaña prodigiosa. Y porque, desde el comienzo de la novela, hay unas reglas de juego en lo que concierne a la acción que siempre se respetan: en el mundo de Millennium lo extraordinario es lo ordinario, lo inusual lo usual y lo imposible lo posible.

Como todas las grandes historias de justicieros que pueblan la literatura, esta trilogía nos conforta secretamente haciéndonos pensar que tal vez no todo esté perdido en este mundo imperfecto y mentiroso que nos tocó, porque, acaso, allá, entre la "muchedumbre municipal y espesa", haya todavía algunos quijotes modernos, que, inconspicuos o disfrazados de fantoches, otean su entorno con ojos inquisitivos y el alma en un puño, en pos de víctimas a las que vengar, daños que reparar y malvados que castigar. ¡Bienvenida a la inmortalidad de la ficción, Lisbeth Salander!

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2009.© Mario Vargas Llosa, 2009.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 6 de septiembre de 2009





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