Betty Blue 37.2 en la mañana - Beatrice Dalle
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Betty Blue: un corazón de plástico color malva
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Betty Blue es una película francesa dirigida por Jean-Jacques Beineix
Betty Blue es una película francesa dirigida por Jean-Jacques Beineix (su tercera realización) y estrenada en 1986 con el título 37°2 Le Matin, mismo de la novela en la que está basada (37,2º Al Amanecer), escrita por el novelista francés Philippe Djian solo un año antes. El título hace referencia a la temperatura normal de una mujer embarazada al despertar y fue reemplazado en la mayoría de países europeos y americanos por Betty Blue. Estuvo nominada a los Premios Óscar como mejor película de habla no inglesa, a los premios de la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión “BAFTA”, y premiada en los Premios César y en el Festival Internacional de Seattle en 1992. El filme tiene dos versiones, la primera estrenada en los cines y una segunda con más metraje y un nuevo montaje del director estrenada años más tarde, con lo que llegó a superar las tres horas. A principios de la década del 2000, se reedita en DVD la versión extendida de la película en varios países europeos y en Estados Unidos. En el verano de 2009 se estrena la versión del director en cines por primera vez en Estados Unidos, gracias a la distribuidora Cinema Libre Distribution.
Aprovechando el tiempo en casa la he revisitado por dos buenas razones: 1. Era la película favorita del poeta Jorge Arturo (Venegas Castaing, 1961-2010) con quien la vi por primera vez y 2. Porque no recordaba exactamente el argumento y deseaba rellenar los baches de la memoria, además de penetrar en el secreto de por qué le fascinaba a mi entonces buen amigo Jorge Arturo. Claro, me tiré la versión del director y entonces comprendí que yo había visto la corta, de allí los vacíos en mi memoria, aunque siempre guardé con nitidez las poderosas imágenes de Betty y de Zorg, personajes protagonistas. Ha sido un gran acierto mirar de nuevo la estupenda producción francesa cuya fuerza es arrolladora, solo que a la distancia de los años la segunda versión me parece algo repetitiva y cansina; luego de tanto celuloide bajo el puente cinematográfico una buena edición no le vendría mal, pero de seguro dejaría de serle fiel a la novela con la cual dialoga de manera intensa y metafórica.
La “peli” inicia con una explícita y tórrida escena amorosa entre Betty (Beatrice Dalle) y Zorg (Jean-Hugues Anglade), quienes se han conocido solo hace una semana. Zorg va narrando la historia de su extraña relación y nos describe a Betty como “una flor con antenas translúcidas y un corazón de plástico de color malva”. Ella suspira por una vida mejor y entra en la vida de Zorg como una tormenta en pleno verano. Zorg es un escritor desilusionado y labora como chófer y obrero; le oculta a Betty una pila de cartas de variados editores que rechazan bruscamente una y otra vez su obra. Luego de un episodio violento por parte de Betty con el administrador del condominio de bungalows y durante la desagradable discusión que se produce después entre Betty y Zorg, accidentalmente ella encuentra una serie de cuadernos que contienen el manuscrito de una novela que Zorg escribió años atrás. Betty, a pesar de la insistencia de Zorg, lo lee durante dos días sin parar y al finalizar queda tremendamente impresionada enamorándose de él aún más pues lo considera un genio literario. Uno de los deseos intensos de Betty es fecundarse y parir, analogía, sin duda, con la creación literaria.
Betty quiere publicar la novela y empieza a mecanografiarla en tiempos precomputadora. No obstante, Zorg se opone a los designios de Betty la cual, en un ataque de furia incendia el bungalow y deben salir corriendo hacia París a casa de una joven y viuda amiga de Betty, Lisa, quien tiene un hostal; Zorg trabajará en el mantenimiento del mismo. Debido a un incidente de Betty con unos clientes del restaurante de Eddy, el amigo de Lisa, con quien tienen una gran amistad y tras fallecer la madre de este, les da la posibilidad de irse a vivir al pueblo de su infancia para encargarse de la vieja casa y de una casi abandonada tienda de pianos. Betty, cada vez más inestable emocional y mentalmente, termina en la cárcel tras agredir a un editor que escribió a Zorg una de las más agraviantes respuestas negativas para publicar su libro. Zorg logra sacarla de la cárcel tras una conversación con el comisario, quien casualmente está en la misma situación literaria que la de él. Zorg intenta hacerla cambiar para que deje esas obsesiones, por lo que compra un coche y un terreno en el campo en un lugar idílico para Betty; llega incluso a perpetrar un robo para conseguir el dinero necesario. Y hasta aquí los spoilers.
En primera instancia la película alcanzó renombre popular gracias a las escenas eróticas explícitas, pero ello pronto se supera desde el criterio de un buen ojo avizor cinéfilo puesto que lo que fascina es la fuerza dramática del guion, así como la estupenda actuación de los actores protagonistas. Jean Hugues Anglade y Béatrice Dalle nos ofrecen actuaciones poderosas y memorables. Dalle realiza un tour de force actoral, el cual, sumado a su despampanante belleza, magnetismo y desfachatez sexual, la catapultaron a la fama mundial instantánea, aunque extraña y lamentablemente su carrera no prosperó. Jean Hugues Anglade modela un personaje masculino atrayente sin caer en los tópicos del amante o los excesos de la guapería. Por su parte, Jean-Jacques Beineix dirige, de una manera brillante e inolvidable, tanto a actores y cámaras como a todo el equipo técnico, y tanto la fotografía como la banda sonora son exquisitas. Probablemente sea el mejor ejemplo cinematográfico sobre una historia de amor que deviene en locura, con una solidez, fuerza, profundidad y erotismo pocas veces visto en la pantalla y que (corren tiempos de censuras y autocensuras) probablemente no llegue a repetirse.
Revisando textos periodísticos de la época debo decir que la “peli” fue criticada y censurada fuertemente en su momento, se le tildada de “posmoderna” y publicitaria, aunque como lo he dicho, lograra un considerable séquito de fanáticos. Betty Blue es una película de múltiples sentidos y sensaciones con escenas de crudeza erótica gracias a los desnudos orgánicos de los personajes; a su pasión y excesos; a la inestabilidad y fuerza de Betty, lo que eleva el conflicto; a los impresionistas paisajes soleados de la campiña francesa con una paleta que trastoca los suaves pasteles del comienzo a los trazos azulados del final; y, claro está, a la notable música del libanés Gabriel Yared, mezcla de saxo jazzeado, armonías tradicionales y bossa nova melancólica con un melodioso y romántico piano cual leit motiv.
Pero lo que más me ha gustado de Betty Blue en su segunda versión es, repito, la actuación y la entrega de esos dos estupendos actores quienes exhiben, además de su talento, el instrumental técnico y emocional que debe poseer todo verdadero actor: ella con una presencia escénica y fotogénica contundente y con una riqueza expresiva visceral y profunda; él como un protagónico sensible, relajado, fuerte, atento y polifacético. La escena antepenúltima donde él, vestido de mujer cuando su personaje toma la decisión de su vida, es uno de los momentos culminantes del cine que, por cierto, me recuerda de inmediato el final de Atrapado sin salida (Alguien voló sobre el nido del cucú, 1975) con aquel Jack Nicholson memorable. Dicho sea de paso, son dos películas que poseen mucho en común (ambas provienen de sendas novelas) y por eso dialogan a pesar de sus diferentes contextos.
El guion nos permite saber que finalmente la novela de Zorg será editada y entonces él comienza a escribir un segundo libro saliendo de su bloqueo artístico. ¿Es 37,2º Al Amanecer lo que escribe? No lo sabemos, aunque mi criterio es que sí, hay literatura cinematográfica y cinematografía literaria y allí es donde se imbrican armónica y simbólicamente. Pero lo que sí sabemos es que la salvaje, exuberante y perturbada Betty pasó por su vida como un rayo, quizás para iluminarlo y de esa manera dejarlo continuar con su actividad creadora. De repente a este escribidor los ojos se le inundan y comprende más o menos porqué a Jorge Arturo, el poeta del gabán, la ventana, el blues, el paraguas y la cerveza, tanto le impactaba esa mujer/metáfora del acontecimiento auténticamente poético.
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