Betty Blue 37.2 en la mañana - Beatrice Dalle

Aún tengo la banda de sonido, tuve primero el video y luego el dvd, y más de alguna foto original llegó a colgar en la pared de mi cuarto. Y todavía lamento no haber tenido jamás el afiche. De hecho, tal vez haya sido una de las películas que más veces vi en mi vida. En realidad --como buen cinéfilo-- hay muchas candidatas para semejante lista, pero de lo que no tengo dudas es que Betty Blue es al menos la que más veces debo haber visto salteándome el final. Hubo una época en la que, cada vez que la reponían en algún ciclo, decía presente. Pero siempre listo para irme de la sala luego de la escena en que la pareja protagonista saca una torta de cumpleaños del baúl de un auto. Porque sabía que, a partir de ahí, comenzaba la tragedia.

Un final feliz es un final a tiempo
Martín Pérez
Por Martín Pérez,11 de febrero de 2022


37.2 en la mañana es el título original de la tercera película de Jean-Jacques Beineix, que metió de prepo a Beatrice Dalle en el cine francés y la imaginación de cualquier cinéfilo que la viese iluminar aunque más no fuera una sola de sus escenas en la pantalla. Y 37.2 debe haber sido más de una vez la temperatura durante casi toda la asfixiante semana en la que --a mediados de enero-- se conoció la noticia de la muerte de Beineix, el tipo que le dijo no a Isabelle Adjani y descubrió a Beatrice. Una decisión que de alguna manera me condenó a un imaginario trágico y romántico mucho más que mi vieja bautizándome en honor al protagonista de Sobre héroes y tumbas, la novela que asegura haber estado leyendo durante mi gestación. Algo es seguro: en mi vida hubo más Bettys que Alejandras.

Estudiante de medicina que terminó pasándose al cine, Beineix fue un fanático confeso de la nouvelle vague. Codo a codo con Luc Besson y Leos Carax, con quienes compartió una innegable fascinación por el Metro de París, nuestro Jean-Jacques alumbró una escena que la crítica francesa denominó algo despectivamente como cinéma du look y que, de alguna manera, fue ubicada en las antípodas del cine que confesaba admirar: los acusaban de ser pura superficie pero poca substancia.

Se hizo conocido por Diva, su opera prima, que como señala el obituario publicado en The Guardian supo ser infaltable en la programación de las salas de cine de arte al despuntar los ’80. Pero Betty Blue es la película que lo salvó del fracaso de la segunda, una adaptación del escritor norteamericano David Goodis que fue un estruendoso fracaso, La lune dans le caniveau, a pesar de la presencia de Gerard Depardieu y Nastassja Kinski.

Leo por ahí que le pasó lo mismo que a mí la noche en que leyó por primera vez la novela que decidió adaptar: cuando llegó al momento en que todo desbarranca dejó de fantasear con que ese libro sería su próxima película, abandonó la lectura y se fue a dormir. Al día siguiente, sin embargo, la terminó de leer y decidió que justamente por eso la filmaría, porque no era una historia de amor así nomás, porque había mucho más en ella. Lo que hay en Betty Blue es Beatrice, deliciosamente Beatrice, y un Jean-Hughes Anglade --su coprotagonista-- tan encantadoramente mundano que cualquier espectador masculino puede imaginarse en su lugar. Y vaya que nos imaginamos. Desde su primera escena, y a pesar de toda la estilización de la seudomovida a la que supuestamente pertenecía su director, Betty Blue es una película casi punk, en la que el sexo está en primer plano, todo termina siendo refregado en la cara, y sin embargo es imposible no quererla. Como a Betty, como a Beatrice.

Poco importan las cuentas pendientes que la prensa francesas no dejó de recordar incluso a la hora de su despedida, Beineix quedará en la historia del cine que nos importa por Betty Blue, y ahora que acaba de morir a los 75 años después de una larga lucha contra la leucemia, nos regala nuevamente la posibilidad de recordarlo todo nuevamente, aquella juventud, aquellos fanatismos, aquella inexperiencia, aquellos romances errados pero eternos. Y esa Beatrice Dalle, la criatura más bella que haya regalado el cine, un retrato que completaría años después Claire Denis, al convertirla literalmente en la comedora de hombres que romantizó --y a la que de alguna manera también condenó-- Beineix. Pero, como suele decirse, eso ya es otra historia. Ahora es el turno del adiós a un director de cine, de una noticia llegada desde una semana de más o menos 37 grados, y de un espectador que se va una y otra vez del cine, atento a que la fiesta no se termine convirtiendo en tragedia.

https://www.pagina12.com.ar/400929-un-final-feliz-es-un-final-a-tiempo


Suplementos

Betty Blue: un corazón de plástico color malva

Por Adriano Corrales Arias


27 mayo, 2020

Betty Blue es una película francesa dirigida por Jean-Jacques Beineix

Betty Blue es una película francesa dirigida por Jean-Jacques Beineix (su tercera realización) y estrenada en 1986 con el título 37°2 Le Matin, mismo de la novela en la que está basada (37,2º Al Amanecer), escrita por el novelista francés Philippe Djian solo un año antes. El título hace referencia a la temperatura normal de una mujer embarazada al despertar y fue reemplazado en la mayoría de países europeos y americanos por Betty Blue. Estuvo nominada a los Premios Óscar como mejor película de habla no inglesa, a los premios de la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión “BAFTA”, y premiada en los Premios César y en el Festival Internacional de Seattle en 1992. El filme tiene dos versiones, la primera estrenada en los cines y una segunda con más metraje y un nuevo montaje del director estrenada años más tarde, con lo que llegó a superar las tres horas. A principios de la década del 2000, se reedita en DVD la versión extendida de la película en varios países europeos y en Estados Unidos. En el verano de 2009 se estrena la versión del director en cines por primera vez en Estados Unidos, gracias a la distribuidora Cinema Libre Distribution.


Aprovechando el tiempo en casa la he revisitado por dos buenas razones: 1. Era la película favorita del poeta Jorge Arturo (Venegas Castaing, 1961-2010) con quien la vi por primera vez y 2. Porque no recordaba exactamente el argumento y deseaba rellenar los baches de la memoria, además de penetrar en el secreto de por qué le fascinaba a mi entonces buen amigo Jorge Arturo. Claro, me tiré la versión del director y entonces comprendí que yo había visto la corta, de allí los vacíos en mi memoria, aunque siempre guardé con nitidez las poderosas imágenes de Betty y de Zorg, personajes protagonistas. Ha sido un gran acierto mirar de nuevo la estupenda producción francesa cuya fuerza es arrolladora, solo que a la distancia de los años la segunda versión me parece algo repetitiva y cansina; luego de tanto celuloide bajo el puente cinematográfico una buena edición no le vendría mal, pero de seguro dejaría de serle fiel a la novela con la cual dialoga de manera intensa y metafórica.


La “peli” inicia con una explícita y tórrida escena amorosa entre Betty (Beatrice Dalle) y Zorg (Jean-Hugues Anglade), quienes se han conocido solo hace una semana. Zorg va narrando la historia de su extraña relación y nos describe a Betty como “una flor con antenas translúcidas y un corazón de plástico de color malva”. Ella suspira por una vida mejor y entra en la vida de Zorg como una tormenta en pleno verano. Zorg es un escritor desilusionado y labora como chófer y obrero; le oculta a Betty una pila de cartas de variados editores que rechazan bruscamente una y otra vez su obra. Luego de un episodio violento por parte de Betty con el administrador del condominio de bungalows y durante la desagradable discusión que se produce después entre Betty y Zorg, accidentalmente ella encuentra una serie de cuadernos que contienen el manuscrito de una novela que Zorg escribió años atrás. Betty, a pesar de la insistencia de Zorg, lo lee durante dos días sin parar y al finalizar queda tremendamente impresionada enamorándose de él aún más pues lo considera un genio literario. Uno de los deseos intensos de Betty es fecundarse y parir, analogía, sin duda, con la creación literaria.


Betty quiere publicar la novela y empieza a mecanografiarla en tiempos precomputadora. No obstante, Zorg se opone a los designios de Betty la cual, en un ataque de furia incendia el bungalow y deben salir corriendo hacia París a casa de una joven y viuda amiga de Betty, Lisa, quien tiene un hostal; Zorg trabajará en el mantenimiento del mismo. Debido a un incidente de Betty con unos clientes del restaurante de Eddy, el amigo de Lisa, con quien tienen una gran amistad y tras fallecer la madre de este, les da la posibilidad de irse a vivir al pueblo de su infancia para encargarse de la vieja casa y de una casi abandonada tienda de pianos. Betty, cada vez más inestable emocional y mentalmente, termina en la cárcel tras agredir a un editor que escribió a Zorg una de las más agraviantes respuestas negativas para publicar su libro. Zorg logra sacarla de la cárcel tras una conversación con el comisario, quien casualmente está en la misma situación literaria que la de él. Zorg intenta hacerla cambiar para que deje esas obsesiones, por lo que compra un coche y un terreno en el campo en un lugar idílico para Betty; llega incluso a perpetrar un robo para conseguir el dinero necesario. Y hasta aquí los spoilers.


En primera instancia la película alcanzó renombre popular gracias a las escenas eróticas explícitas, pero ello pronto se supera desde el criterio de un buen ojo avizor cinéfilo puesto que lo que fascina es la fuerza dramática del guion, así como la estupenda actuación de los actores protagonistas. Jean Hugues Anglade y Béatrice Dalle nos ofrecen actuaciones poderosas y memorables. Dalle realiza un tour de force actoral, el cual, sumado a su despampanante belleza, magnetismo y desfachatez sexual, la catapultaron a la fama mundial instantánea, aunque extraña y lamentablemente su carrera no prosperó. Jean Hugues Anglade modela un personaje masculino atrayente sin caer en los tópicos del amante o los excesos de la guapería. Por su parte, Jean-Jacques Beineix dirige, de una manera brillante e inolvidable, tanto a actores y cámaras como a todo el equipo técnico, y tanto la fotografía como la banda sonora son exquisitas. Probablemente sea el mejor ejemplo cinematográfico sobre una historia de amor que deviene en locura, con una solidez, fuerza, profundidad y erotismo pocas veces visto en la pantalla y que (corren tiempos de censuras y autocensuras) probablemente no llegue a repetirse.


Revisando textos periodísticos de la época debo decir que la “peli” fue criticada y censurada fuertemente en su momento, se le tildada de “posmoderna” y publicitaria, aunque como lo he dicho, lograra un considerable séquito de fanáticos. Betty Blue es una película de múltiples sentidos y sensaciones con escenas de crudeza erótica gracias a los desnudos orgánicos de los personajes; a su pasión y excesos; a la inestabilidad y fuerza de Betty, lo que eleva el conflicto; a los impresionistas paisajes soleados de la campiña francesa con una paleta que trastoca los suaves pasteles del comienzo a los trazos azulados del final; y, claro está, a la notable música del libanés Gabriel Yared, mezcla de saxo jazzeado, armonías tradicionales y bossa nova melancólica con un melodioso y romántico piano cual leit motiv.


Pero lo que más me ha gustado de Betty Blue en su segunda versión es, repito, la actuación y la entrega de esos dos estupendos actores quienes exhiben, además de su talento, el instrumental técnico y emocional que debe poseer todo verdadero actor: ella con una presencia escénica y fotogénica contundente y con una riqueza expresiva visceral y profunda; él como un protagónico sensible, relajado, fuerte, atento y polifacético. La escena antepenúltima donde él, vestido de mujer cuando su personaje toma la decisión de su vida, es uno de los momentos culminantes del cine que, por cierto, me recuerda de inmediato el final de Atrapado sin salida (Alguien voló sobre el nido del cucú, 1975) con aquel Jack Nicholson memorable. Dicho sea de paso, son dos películas que poseen mucho en común (ambas provienen de sendas novelas) y por eso dialogan a pesar de sus diferentes contextos.


El guion nos permite saber que finalmente la novela de Zorg será editada y entonces él comienza a escribir un segundo libro saliendo de su bloqueo artístico. ¿Es 37,2º Al Amanecer lo que escribe? No lo sabemos, aunque mi criterio es que sí, hay literatura cinematográfica y cinematografía literaria y allí es donde se imbrican armónica y simbólicamente. Pero lo que sí sabemos es que la salvaje, exuberante y perturbada Betty pasó por su vida como un rayo, quizás para iluminarlo y de esa manera dejarlo continuar con su actividad creadora. De repente a este escribidor los ojos se le inundan y comprende más o menos porqué a Jorge Arturo, el poeta del gabán, la ventana, el blues, el paraguas y la cerveza, tanto le impactaba esa mujer/metáfora del acontecimiento auténticamente poético.


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