JL BORGES - Muerte de Facundo Quiroga
"hierros que no perdonan arreciaron sobre él;
la muerte, que es de todos, arreó con el riojano"
Barraca Yaco, 16 de Febrero de 1835
La fascinación romántica de Jorge Luis Borges por la barbarie, más cerca de Sarmiento que de Rosas, encuentra las mejores palabras para eternizar la tragedia del caudillo en su encuentro de frente, omnipotente con los emisarios de la muerte que bien poco saben de destinos o de influjos. Una orden y una paga los han puesto a la tarea, sabuesos rabiosos, autómatas, (¿obediencia debida?) dejarán para la historia un tendal de cuerpos yermos bajo el sol mediterráneo y una leyenda.
IXX (2012)
El General Quiroga va en coche al muere
Jorge Luis Borges
El madrejón desnudo ya sin una sed de agua
y una luna perdida en el frío del alba
y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.
El coche se hamacaba rezongando la altura;
un galerón enfático, enorme, funerario.
Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura
tironeaban seis miedos y un valor desvelado.
Junto a los postillones jineteaba un moreno.
Ir en coche a la muerte ¡qué cosa más oronda!
El general Quiroga quiso entrar en la sombra
llevando seis o siete degollados de escolta.
Esa cordobesada bochinchera y ladina
(meditaba Quiroga) ¿qué ha de poder con mi alma?
Aquí estoy afianzado y metido en la vida
como la estaca pampa bien metida en la pampa.
Yo, que he sobrevivido a millares de tardes
y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,
no he de soltar la vida por estos pedregales.
¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?
Pero al brillar el día sobre Barranca Yaco
hierros que no perdonan arreciaron sobre él;
la muerte, que es de todos, arreó con el riojano
y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.
Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma,
se presentó al infierno que Dios le había marcado,
y a sus órdenos iban, rotas y desangradas,
las ánimas en pena de hombres y de caballos.
Jorge Luis Borges
Fuente: http://postadesinsacate.blogspot.com.ar/
la muerte, que es de todos, arreó con el riojano"
Barraca Yaco, 16 de Febrero de 1835
La fascinación romántica de Jorge Luis Borges por la barbarie, más cerca de Sarmiento que de Rosas, encuentra las mejores palabras para eternizar la tragedia del caudillo en su encuentro de frente, omnipotente con los emisarios de la muerte que bien poco saben de destinos o de influjos. Una orden y una paga los han puesto a la tarea, sabuesos rabiosos, autómatas, (¿obediencia debida?) dejarán para la historia un tendal de cuerpos yermos bajo el sol mediterráneo y una leyenda.
IXX (2012)
El General Quiroga va en coche al muere
Jorge Luis Borges
El madrejón desnudo ya sin una sed de agua
y una luna perdida en el frío del alba
y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.
El coche se hamacaba rezongando la altura;
un galerón enfático, enorme, funerario.
Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura
tironeaban seis miedos y un valor desvelado.
Junto a los postillones jineteaba un moreno.
Ir en coche a la muerte ¡qué cosa más oronda!
El general Quiroga quiso entrar en la sombra
llevando seis o siete degollados de escolta.
Esa cordobesada bochinchera y ladina
(meditaba Quiroga) ¿qué ha de poder con mi alma?
Aquí estoy afianzado y metido en la vida
como la estaca pampa bien metida en la pampa.
Yo, que he sobrevivido a millares de tardes
y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,
no he de soltar la vida por estos pedregales.
¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?
Pero al brillar el día sobre Barranca Yaco
hierros que no perdonan arreciaron sobre él;
la muerte, que es de todos, arreó con el riojano
y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.
Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma,
se presentó al infierno que Dios le había marcado,
y a sus órdenos iban, rotas y desangradas,
las ánimas en pena de hombres y de caballos.
Jorge Luis Borges
Fuente: http://postadesinsacate.blogspot.com.ar/