El silbido del arquero
“Invisible y traslúcido, asisto al entierro en campo abierto. No lejos de aquí se escucha el canto retumbante del mar y el grito de las gaviotas que sobrevuelan la bahía en la madrugada. Un reducido grupo de amigos dolientes rodean la pequeña estela erguida entre la hierba, el hoyo habitado por lo que queda del cuerpo y el montículo de tierra fresca que lo cubrirá. No sé llorar, pero hoy desearía compartir con los hombres el extraño alivio de las lágrimas calientes que ruedan por los párpados y caen. Me parece asombroso, ahora que lo pienso, cuántos humanos mueren, generación tras generación, creyendo erróneamente que han fracasado. Imagino que se debe a la fugacidad de sus vidas, a su falta de perspectiva. Nosotros los dioses sabemos que muchas semillas germinan cuando sus plantadores ya no viven para verlas crecer. Los individuos mueren y, sin embargo, la muerte no se alza vencedora. La humanidad camina bajo la luz del sol sin quedar nunca por completo en las sombras y continúa enton...