Haruki Murakami - El Rata o Nezumi (Pinball 1973, Escucha...)
El personaje de El Rata (Nezumi) aparece en varios de los primeros libros de Haruki Murakami, lamentablemente el orden de publicación en español no ha colaborado mucho en el seguimiento de su historia y debimos conformarnos con leerla a modo de "precuela" puesto que conocimos primero La caza del carnero salvaje y Baila, baila, baila para encontrarnos años más tarde, con el autor ya afianzado en sus éxitos, con la publicación en un solo volumen de sus dos primeras historias: Escucha la canción del viento y Pinball 1973 (ver portada de la edición de Tusquets de 2015).
EN CONTEXTO:
«El primer personaje que me salió así fue el Hombre Oveja en A Wild Sheep Chase. No tenía planeado traer un personaje así al escenario: simplemente apareció mientras estaba escribiendo. Esto era algo del mundo de la oscuridad, un ser que vive en el otro mundo. Johnnie Walker y el Coronel Sanders son el mismo tipo: «artistas» que aparecen de la oscuridad. Hubo algunos que también aparecieron en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo: Boris el Desollador, por ejemplo, parece ser un personaje realista, no algo del otro mundo, pero creo que probablemente sea el mismo tipo de cosa. Gracias a que él está allí, la historia puede tomar una nueva dirección.
Título - Año de publicación japón/español
Escucha la canción del viento - 1979/2015
Pinball 1973 - 1980/2015
La caza del carnero salvaje - 1982/1992
Baila, baila, baila - 1988/1994
Ixx, 2024
EN CONTEXTO
Haruki Murakami y El Rata como arquetipo del jóven escritor
hay algo de placer culpable en leer las primeras obras de un/a autor/a que nos fascina: su imperfección hace aún más interesantes las obras posteriores.
los primeros cuentos de Borges y sus sencillos argumentos, Cortázar y sus trillados golpes de mano narrativa, Foster Wallace y su escritura de la depresión de primera -sufriente- mano. los fallos y la falta de originalidad salpicada de pequeños detalles que dejan, quizás, entrever el genio futuro son lo que hace de estas primera obras algo especial.
estos días he estado leyendo Pinball, 1973 y Hear the Wind Sing, sus dos primeras novelas y las dos primeras partes de la llamada «Trilogía del Rata» en honor a un personaje secundario que pulula por ellas y que adquiere mayor importancia simbólica en la tercera parte, la maravillosa y ya plenamente murakamiana «A Wild Sheep Chase» -a su vez primera parte de la historia que culmina con «Dance Dance Dance«-.
El Rata es uno de nosotros cuando teníamos veinte años. es un personaje confundido que no sabe qué hacer con su vida, no entiende cómo funciona el amor y tiene ciertos problemas de autocontrol con la bebida. un postadolescente normal.
a lo largo de los tres libros, El Rata encuentra su camino a través de la literatura, gracias a que uno de sus amigos, el protagonista de la Trilogía, le da un pequeño empujón hacia la lectura.
a través de El Rata conocemos los desvelos de un jóven escritor que no sabe cómo escribir, ni siquiera qué escribir, pero que entiende a un nivel por debajo de lo racional que debe hacerlo. esta es una forma plenamente romántica de pensar en la literatura y en el oficio de escritor, y contrasta con otros ejemplos de profesionales de la tecla que aparecen en las mismas novelas.
frente a El Rata tenemos a publicistas y traductores que dedican felizmente sus horas a escribir palabras mercenarias, mientras que El Rata lucha por ser capaz de escribir algo real o vivir algo real. esta incapacidad para escribir podría haber sido el tema principal de cualquier otra novela, pero sin embargo en la Trilogía no alcanza ni siquiera el estatus de tema real, sino el de subtexto apenas comentado.
El Rata es un escritor que no se quiere dar a conocer como tal y está condenado a hacer su camino aún más duro de lo que debería ser. su convicción de ser incapaz de escribir y falta de orgullo de escritor se convierte en una falta de carácter más, como su peligrosa afición por el alcohol.
mientras Murakami, el joven, dedica páginas a describir los insulsos devaneos sexuales del protagonista o la persecución sin consecuencia de una máquina de pinball, El Rata sufre en segundo plano desenfocado.
es delicioso entrever, por los huecos de las tramoyas de argumentos que no interesan demasiado, al genio inconsciente crear mundos plenos de sentido con escasos golpes de tecla.
Murakami hace en un par de páginas, sin querer, lo que Joyce, con pleno conocimiento de causa, en una novela.
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