Ampliación del campo de batalla, Michel Houellebecq
“Véronique estaba «en análisis», como suele decirse; ahora me arrepiento de haberla conocido. Hablando en general, no hay nada que sacar de las mujeres en análisis. Una mujer que cae en manos de un psicoanalista se vuelve inadecuada para cualquier uso, lo he comprobado muchas veces. No hay que considerar este fenómeno un efecto secundario del psicoanálisis, sino simple y llanamente su efecto principal. Con la excusa de reconstruir el yo los psicoanalistas proceden, en realidad, a una escandalosa destrucción del ser humano. Inocencia, generosidad, pureza… trituran todas estas cosas entre sus manos groseras. Los psicoanalistas, muy bien remunerados, pretenciosos y estúpidos, aniquilan definitivamente en sus supuestos pacientes cualquier aptitud para el amor, tanto mental como físico; de hecho, se comportan como verdaderos enemigos de la humanidad. Implacable escuela de egoísmo, el psicoanálisis ataca con el mayor cinismo a chicas estupendas pero un poco perdidas para transformarlas en putas innobles, de un egocentrismo delirante, que solo suscitan un legítimo desagrado. No hay que confiar, en ningún caso, en una mujer que ha pasado por las manos de los psicoanalistas. Mezquindad, egoísmo, ignorancia arrogante, completa ausencia moral, incapacidad crónica para amar: éste es el retrato exhaustivo de una mujer «analizada»”.
“(...) Éste es el primer efecto del psicoanálisis: desarrollar en sus víctimas una avaricia y una mezquindad ridículas, casi increíbles. Inútil intentar ir a un café con alguien que se está analizando: inevitablemente empieza a discutir los detalles de la cuenta, y uno acaba teniendo problemas con el camarero.”
(Ampliación del campo de batalla, Michel Houellebecq).
"[...] Con influencias de Salinger, Sartre, y de Kafka y de Melville, el protagonista de la novela es un hombre de mediana edad cuya vida se reduce a trabajar y subsistir. Lo más cercano a la actividad física son sus reflexiones sobre lo que sucede a su entorno. Reflexiones que le sumen progresivamente en un proceso de ensimismamiento. Por él, se quedaría inmóvil en un rincón esperando que la vida pasara. Pues no confía en nada de lo que pueda ocurrirle, nada le estimula o lo poco que consigue estimularle él lo valora como insano.(...) El personaje se mueve por su país en el ámbito de sus desplazamientos profesionales. Va a donde le dicen y allí pertrecha la base de operaciones para sus reflexiones. La novela es de 1994 y la crítica al liberalismo a ultranza late ahí con fuerza. Seguro que a Houellebecq se la suda que se le considere, por ese motivo, un adelantado a su tiempo, pero seguro que no le gustó que lo tildaran de apocalíptico."
He tenido la fortuna o digamos que las casualidades y la crisis han devenido en dos lecturas casi contemporáneas de este libro: la primera en una edición reducida (¿Será éste el término que le corresponde?) de una editorial que se dedica a publicar volúmenes económicos (muy baratos) y al poco tiempo acceder al epub me dio la chance de comparar a ver qué me perdí de aquel primer acercamiento.
Lo resumo: no hubo grandes diferencias de una a otra lectura. Pero gracias a ello leí y releí esta Ampliación del campo de batalla iniciática. La novela transcurre en el aburrimiento y el desasosiego de un personaje que padece su día a día pero que aún así va. Asiste a reuniones, cumple con los rituales y las prácticas empresarias en un fin de siglo de apariencias permanente. Su mirada crítica y escéptica recorre cada uno de sus actos se diría que má que un nihilista es un ser decepcionado. Si tengo que hablar de impresiones me trajo al presente aquel personaje de El extranjero de Camus acalorado y hastiado que llegó a un punto de no retorno sin arrepentimiento y aquí también hay algo así como un callejón cerrado al final del desencanto.
Coincido, no por análisis sino por un sentimiento que la esencia de esos personajes finiseculares es el molde de un siglo XXI de desamparo, individualidad y soledad disfrazado de sobrecarga de presente.
Ixx, oct24
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