sábado, 9 de septiembre de 2023

Murakami - La caza del carnero salvaje (elaposentodeloslibros)

Una reseña muy interesante sobre el libro La caza del carnero salvaje que recorre vaios aspectos de la historia. Ideal para quienes lo hayan leído, al resto: atento spoilers!
Que lo disfruten!
Link al original al pie. Allí se puede leer la entrada completa y con imágenes.



“La caza del carnero salvaje” — HARUKI MURAKAMI

HARUKI MURAKAMI
“LA CAZA DEL CARNERO SALVAJE”
TusQuets Editores S.A. Barcelona 2016
H.M. 1982
380 págs.
 
No hay nada más patético que un muerto autojustificándose.

Murakami es un escritor que puede suscitar amores y rechazos, incluso en el mismo lector. Por ejemplo “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas” a mí me gustó bastante, sin embargo un amigo mío no pudo con él. Este amigo, por el contrario, ya se ha leído dos veces 1Q84, que a mí se me fue atragantando hacia la mitad y del que me retiré a cien páginas del final.



Yo no sé qué resortes toca algunas veces, que hace surgir emociones muy particulares de los bajos fondos del inconsciente, aunque otras  no dé en el clavo y te deje como si nada. Es mi experiencia.

Esta es una de sus novelas típicas en la que los personajes se desenvuelven en una atmósfera extraña. No tienen pasado, o se esconde detrás de una neblina que apenas deja entrever algunos acontecimientos que marcan sus vidas. El protagonista, por no tener, no tiene ni nombre, vamos, sí lo tendrá, pero nunca se le identifica con él. Luego diré algo sobre los nombres, pues en esta novela parece un asunto importante, ningún personaje tiene nombre propio, lo que no puede ser casual.

Debo reconocer que he necesitado dos lecturas. La primera me dejó con bastante desconcierto, me pareció entretenida, pero también me dio la impresión de que encerraba algo más de lo que yo había visto, y era verdad. La segunda vuelta me descubrió muchas cosas y pude darle sentido a muchos episodios, personajes, incluso objetos, que la primera vez me habían parecido puro relleno o ni había reparado en ellos.

Tiene mucho de realismo mágico donde se mezcla lo cotidiano con lo irreal, lo extraño con lo vulgar. Todo, hasta elementos o circunstancias aparentemente irrelevantes, parece tener implicaciones alegóricas, aunque se puede leer sin entrar en ese plano de interpretaciones siempre arriesgadas. Interpretar un texto alegóricamente no es fácil y puede llevar a conclusiones disparatadas, como ya he comentado alguna vez en alguna lectura bíblica. Aunque no siempre podré dejar de hacerlo, como con el significado, bastante obvio, aunque no del todo, del propio Carnero Salvaje y de su caza y de otros detalles, algunos más evidentes, otros más complejos.

Por supuesto que mis conclusiones o mis interpretaciones son totalmente domésticas, no pretendo ‒ni podría‒  en ningún caso hacer un estudio erudito sobre símbolos ni desentrañar lo que el autor ha querido decir, que ¡vete tú a saber!, aunque siempre es divertido arriesgar un poquito, eso sí, dejando claro esta humilde perspectiva en la que me muevo. Es mi lectura, sobre la que ni el propio autor tiene competencia alguna. No es un sesudo trabajo, es un divertido juego.


El nombre de las cosas
El verdadero nombre de Jay era un nombre chino largo y difícil de pronunciar. Jay era el nombre que le habían puesto unos soldados estadounidenses en la época en que trabajaba en una base militar, al finalizar la guerra. Con el tiempo, se había olvidado de su verdadero nombre.

Uno de los primeros detalles que llamaron mi atención fue que a ninguno de los personajes que iban apareciendo se les identificaba con su nombre propio. No es normal, y por tanto, entendí que debía ser intencionado. Además la novela contiene algunas reflexiones explícitas sobre el asunto.

Y es que el nombre ha sido siempre una cosa muy importante, aunque ahora parece que no le demos mucho valor. Recuérdese, por ejemplo, que los caballeros andantes nunca se daban a conocer antes de la batalla, y que el vencedor tenía derecho a saber el nombre del vencido, pero no al revés. O que hadas y duendes son extremadamente celosos en dar a conocer sus nombres ‒ nos acordamos de Rumpelstiltskin‒ porque el que los conoce adquiere un extraño poder sobre ellos. También podemos citar las extremadas reservas que tienen los judíos en pronunciar el nombre de su Dios, algo que, sin embargo, hacen sin medida y con total alegría los musulmanes.

El nombre, entre otras cosas, define la identidad. El protagonista de esta novela es un hombre desconectado de todo, incluso de sí mismo. Es significativo  que en una ocasión en la le avisan por  la megafonía de un bar de que tiene una llamada telefónica ‒¡qué tiempos!‒ le cueste reconocer su propio nombre que suena por los altavoces.

Parece que solo lo que vale tiene derecho a poseer un nombre.
…y les preguntó cómo se llamaba aquella tierra. «¡Cómo va a tener nombre esta mierda de sitio!», le contestaron.

 En una historia paralela, cortita, se habla de un joven al que se le conocía, por mal nombre, dado el carácter esquizofrénico de su personalidad, «Luna creciente y menguante». Cuando con su trabajo y buen hacer se haga merecedor del reconocimiento general y recupere su autoestima, entonces, y solo entonces, recibirá un nombre digno.

Otro aspecto importante de los nombres es que son un elemento clave en los vínculos sociales. La novela empieza con la ruptura de los pocos  que todavía unían al protagonista con su entorno. Sus tres amigos, el socio, Jay y el Rata mantienen con él unas extrañas relaciones, distinta y peculiar cada una de ellas, cariñosas pero sin apegos. La novia que se echa también es un personaje raro, como de otra realidad.

Dar un nombre es un acto de gran trascendencia y responsabilidad, por eso el inteligente chofer se comprometerá a tratar con mimo al gato del protagonista que para eso soy yo el que le ha dado un nombre.

Así visto se comprueba la clase de relación del protagonista con su entorno, que bien se puede resumir en su gato al que, aunque, como demuestra, quería mucho, nunca le dio un nombre.

Personajes
EL PROTAGONISTA y narrador en primera persona. Un hombre sin pasado, que afronta un presente de encrucijada y un futuro incierto. Pierde los últimos vínculos que le quedaban, su socio y su esposa, aunque encontrará uno nuevo que le ayudará a superar su indeterminación y pasividad existencial. Es un ser al que le da lo mismo que el sol salga por el Pacífico, por la China o por Antequera. Los primeros capítulos de la novela no parecen tener otro objetivo que dejar  bien clara su anodina existencia. Por otra parte, y aunque su vida le importe bien poco, siempre tiene en cuenta los perjuicios que sus decisiones puedan causar a sus amigos, y si llega el caso se sacrificará por ellos. No porque muestre ningún apego especial, le sale así de su natural. A pesar de su desapego del mundo es un hombre con valores.carnero9
EL RATA. Amigo del protagonista. Un personaje más importante de lo que parece a primera vista. El lector lo conocerá a través de dos curiosas cartas que le escribe a su amigo y por una aparición en una no menos curiosa escena que se desarrolla completamente a oscuras en la que los dos amigos mantienen una interesante conversación hacia el final de la novela. En el transcurso de la charla el Rata tiene un significativo gesto, aparentemente inocente, pero que en absoluto lo es. Este sí, de fácil interpretación. En medio de la conversación se levantará del asiento para detener un reloj de pared cuyo desagradable tic-tac parece molestarle especialmente.
JAY. El dueño del Jay’s Bar. Este es más difícil de interpretar. Apenas sale en dos escenas, aunque no por eso parece menos importante. Yo diría que este amigo y su bar son como un oasis o una zona de descanso del protagonista en su peregrinación vital. La escena final confirma lo importante que es Jay para el protagonista.
EL SOCIO, y amigo. Un triste personaje. No sé si no se habrá querido personificar con él una pobre mediocridad. Alcohólico y sin personalidad. El protagonista deberá romper su relación profesional con él para que no acabe perjudicado por el resultado de la aventura en la que se ‒o lo‒ embarca(n).
LA NOVIA. Así se la llama en algunas ocasiones. Una chica que entra de improviso en la vida del protagonista. De extraordinarias orejas, que es su rasgo más llamativo, quizá banal, quizá con algún trasfondo alegórico que  no me atrevo a sondear. Su vitalidad y, sobre todo, su intuición servirán de acicate para que el protagonista vaya superando la inercia que lo reduce a la pasividad. Es un personaje con un significado extraño y con una no menos extraña desaparición de escena.
EL CARNERO SALVAJE. Aquí no tengo más remedio que mojarme. No creo que sea difícil ver en él la personificación del poder absoluto como entelequia.  Se apodera de las personas, las posee y las maneja para conseguir sus objetivos.carnero1
EL MAESTRO. Así llaman al jefe de una poderosa organización de ultraderecha. Su tarjeta de presentación contiene únicamente un nombre compuesto por cuatro kanji, sin más florituras ni añadidos. Suficiente para infundir terror en quien la lea.
[El Socio]: ‒El personaje de la tarjeta es un pez gordo de la ultraderecha. No es muy conocido entre la gente, porque su nombre y su cara apenas salen a la palestra pública, pero no hay nadie en este mundillo que no lo conozca.

‒Nosotros hemos levantado un reino. Un poderoso reino subterráneo. Nos hemos hecho con todo: con el mundo de la política, de las finanzas, de los medios de comunicación, de las organizaciones burocráticas, de la cultura y de otras muchas cosas que jamás podrías imaginarte […] es decir, tenemos una organización sumamente sofisticada. Y esa organización la construyo el maestro, sin ayuda de nadie, después de la guerra.

Yo soy de los que creen, no por información directa, que no está al alcance de la mayoría de los mortales, pero por infinidad de indicios elocuentes, que este mundo está controlado por auténticas mafias, y me parece estupenda la alegoría del Carnero.

No es el maestro el que habla en esta última cita, sino su secretario, con el que iré enseguida. El maestro había conseguido su poder gracias al Carnero que lo poseía, pero en el tiempo del relato el Carnero lo había abandonado, se había convertido en un  desovinado y estaba a punto de morir. Ese será el punto de partida de la aventura del protagonista.

EL SECRETARIO VESTIDO DE NEGRO, al servicio del maestro. Igual que el Rata, este personaje representa un papel en la historia más importante de lo que parece a primera vista. Hombre extremadamente inteligente, elegante, astuto, de buen gusto, gran cultura y gran ambición.
EL CHOFER del maestro. Otro curioso y entrañable personaje. Campechano, cordial, aunque no por ello menos profesional en su trabajo de sirviente de un gran señor.  Entre sus extrañas costumbres destaca la conferencia telefónica que mantiene todas las noches con Dios. Sí, Dios, el cristiano, él es cristiano. También tendrá un gesto entrañable y significativo con el gato del protagonista. De un optimismo inquebrantable, a prueba de atascos de tráfico. Nunca desespera.
Al igual que no hay noche sin amanecer, no hay atasco que no se termine.

SARDINA. A Murakami y a mí nos encantan los gatos. Siempre hay gatos en sus novelas. Este de aquí es un gato viejo, enfermo y decrépito al que, como diría Quevedo, no hay calamidad que no le ronde. El protagonista, que no parece sentir apego por nada, demuestra un gran cariño por el animal, a pesar de que no le hubiera dado nombre. Será el chofer quien lo hará.carnero5
EL GERENTE DEL HOTEL DELFÍN. También un personaje entrañable, aunque muy distinto al chofer, amable y servicial pero sin la misma alegría y vitalidad. Este vive encerrado en su pequeño mundo del hotel acosado por la sombra de su padre que lo desprecia y que no le reconoce valor alguno, lo que, naturalmente afecta en alto grado a su autoestima. Lógico.
EL PROFESOR OVINO. Padre del anterior que vive encerrado en una habitación del hotel, que debe de oler como la de Ignatius J. Reilly. Huraño y cascarrabias ha dedicado su vida a las ovejas. También fue poseído por el Carnero que lo utilizó y después, cuando dejó de necesitarlo, lo abandonó convirtiéndolo en un desgraciado desovinado. Nos cuenta su historia y dará información muy interesante para la búsqueda del Carnero Salvaje.
LA CURVA FUNESTA. Me voy a dar el capricho de colocar aquí lo que a mí me parece que pudiera ser un personaje alegórico que separa dos mundos, dos realidades, dos universos con diferentes lógicas y coherencias internas. Una curva en el tortuoso camino de las montañas de Hokkaido que lleva a la última casilla de la peregrinación del protagonista.
Pasamos la «curva funesta» a paso ligero. Como había dicho el pastor, había algo en ella que daba mala espina.

EL HOMBRE CARNERO. Si de personajes extraños se trata, este es, sin duda, el número uno. No es un poseído por el carnero. No parece ser más que un hombre normal, bastante campechano, que va disfrazado de carnero de los pies a la cabeza. Pero es un habitante del otro lado de la Curva Funesta, lo que le da unas características más propias del teatro del absurdo que de la realidad que vivimos a este lado, entre ellas se podría destacar el hecho de que no se refleja en los espejos.
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La aventura
El protagonista recibe de parte del Rata, al que hace tiempo que no ve, y desde un lugar desconocido, la foto de un bonito paisaje que no parece decir mucho más: unas montañas, unos prados, unas ovejas. Bien podría ser Hokkaido o Cantabria, o cualquier otro rincón similar del mundo, con la indicación de que la publicase en uno de los folletos que edita su pequeña empresa de publicidad. Pero esta foto, sin ninguna relevancia especial, como otras miles y miles de fotos preciosas que se publican a diario, va a ser el origen de una curiosa aventura.

Con no poca sorpresa el joven editor es requerido por una de esas personas miembro de las élites que gobiernan el mundo. En la entrevista que mantienen, rodeada de una gran solemnidad, que es el método empleado normalmente para marcar las diferencias, el Secretario de un poderoso personaje le cuenta a su invitado una historia sobre una extraña posesión que ha sido la causa o el origen de su inmenso poder y su inmensa fortuna. Le encomendará una misión. Si decide aceptar podrá ganar una generosa recompensa con la que no necesitará trabajar más, si la rechaza le arruina la vida, así, sin medias tintas. Poder tiene para las dos cosas.

La misión es sencillísima, al menos en su planteamiento: tendrá que buscar el carnero que sale en la foto de su amigo el Rata. Y es que  aquel carnero no era un carnero cualquiera, era un “carnero de poder”. El Carnero había poseído a su señor y ahora lo había abandonado, dejándolo en un desesperado estado de salud, al borde de la muerte. Necesitaba encontrarlo.

El protagonista acepta, claro, ¿qué va a hacer? Aunque, en realidad, a nuestro personaje le daba un poco igual, como ya dije, es de esos típicos a los que se les pasea el alma por el cuerpo y le da siete vueltas. Acepta más que nada porque una de las amenazas de la que ha sido objeto consiste en arruinar su editorial. Ya digo que no es que le importara mucho por sí mismo, pero sí por su socio al que no quería perjudicar.

Así que se pone manos a la obra. Y ¿a qué obra? Pues en realidad a ninguna, a gastar la no pequeña provisión de fondos que le habían entregado, y nada más. A esperar a ver por dónde salía el sol al día siguiente.

Pistas ninguna. Del Rata hace mucho tiempo que no sabe nada; por otra parte de la foto no se puede sacar el más mínimo indicio por el que poder empezar a buscar. Ningún detalle relevante. Nada.

Será la-chica-de-las-preciosas-orejas, que había aparecido en su vida como por casualidad ―si es que las casualidades existen, lo que es poco probable en este tipo de universos― la que le va a dar al mata’o del protagonista un empujón hacia la búsqueda del carnero salvaje.

Como parece que Cantabria pilla un poco lejos, se deciden por Hokkaido, isla que, por cierto, debe ser una maravilla. En Sapporo se alojan en el hotel Delfín, al que han llegado gracias a una poderosa intuición de la-de-las-orejas.

El hotel Delfín es también un mundo aparte, envuelto en una extraña atmósfera, en el que vive el desdichado y acomplejado, aunque cordial y atento, gerente con su terrible padre desovinado, que va a aportar una valiosa información a los visitantes sobre el Carnero y su posible paradero actual.

Las pistas los llevarán hacia las montañas más alejadas al norte de la isla. Un lugar apartado y hostil del que se cuenta su colonización y su decadencia. Junitaki, a unos 260 km de Sapporo. Una tierra y un clima duros contra los que lucharán los colonos para hacer habitable aquel lugar apartado en las postrimerías del siglo XIX. Unas páginas llenas de aventuras en las que un puñado de personas desafían a la naturaleza, del estilo de tantas películas que nos cuentan las hazañas de los pioneros en el Salvaje Oeste.

Toda la novela es un camino hacia el norte, con toda la pinta de ser un viaje iniciático.

Es otoño. Pronto aquel alejado lugar quedará aislado completamente por los rigores del invierno. Los paisajes por los que se adentran los protagonistas encierran un misterioso encanto que seduce tanto a ellos como al lector, al menos al que suscribe.

Llegados a la «curva funesta» habrán de abandonar el coche que los había conducido por la pista de tierra. Desde allí solo podrán continuar caminando para alcanzar, por fin, su destino, una gran casa solariega y unos parajes donde reina la más absoluta soledad. No he calificado la soledad de misteriosa por no pasarme con este adjetivo, pero bien la podría llamar originaria, mágica, ancestral, mística, prenatal o, quizá, de muerte. El mejor lugar que nunca se hubiera imaginado Fray Luis de León para escapar del mundanal ruido.

Un espacio tranquilo, acogedor, bien provisto de alimentos y leña para el frio, inundado de paz y, además, portador de extrañas experiencias.

A los viajeros no les queda más que esperar a ver qué pasa. Las primeras nieves empezaban a caer y corrían el riesgo de quedarse allí atrapados, aunque en la casa había provisiones suficientes para pasar el invierno sin problemas.

La soledad y el silencio lo llenan todo. La chica parece que no puede aguantar la tensión y, por las buenas, sin despedirse, un día desaparece. Quizá había cumplido ya con su misión y se retira para no entorpecer las escenas finales. No se sabe muy bien. Desaparece sin más.

Lo primero que se va a dejar ver por allí va a ser el Hombre Carnero. Mejor, un hombre disfrazado de carnero que, con la mayor naturalidad del mundo, nos va a contar otra interesante historia. Que sea real o no es algo que no importa demasiado. Hemos pasado  a otro plano de la realidad.

Después de esto va a entrar en escena, por fin, el Rata. Bueno, no está claro si es el Rata o vete tú a saber qué. La escena en la que aparece, como ya dije, se desarrolla en la más completa oscuridad. Lo que sí trae, como cada personaje nuevo, es su historia debajo del brazo, otra importante pieza para ir aclarando el puzle. Nos dará razón de su propio destino, del destino del Carnero y de su batalla, casi mística o de dimensiones cósmicas, con el ambicioso Secretario Vestido de Negro que se presentará por allí para culminar su proyecto secreto, aunque no le va a salir nada bien.

Porque aunque parece que el meollo de toda la novela es el viaje iniciático de un nihilista en busca de su destino o su identidad, en realidad se trata de un enfrentamiento entre el Rata y el Secretario donde, si nos pusiéramos en tesitura maniquea, me atrevería a decir que aquel representa a la Luz y este a la Tiniebla. El uno para salvar al mundo, el otro para dominarlo. Pero esto es cosa mía.

La novela termina con otra entrañable aparición del Chofer y de una última escena, corta pero de gran significado, en el Jay’s Bar.

Tengo que reconocer que siento una gran debilidad por estos universos murakamianos y sus desarraigados personajes que se debaten entre lo cotidiano y lo extraordinario. Donde se relatan con minuciosidad sus quehaceres domésticos, entre los que destaca, sin duda, la cocina, sus inclinaciones musicales, su actividad sexual. Todo con poca ilusión, puras tareas mecánicas. Porque, en el fondo, lo que hay es un gran vacío existencial, aquí, como dije, representado por la ausencia de nombres.

Es un universo que se vive desde dentro, porque se diga lo que se diga, y guste o no guste, toque resortes emocionales escondidos o no los toque,  Murakami es un gran narrador.



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