De Rock y gauchos - Balaclava 1853 IV, un error histórico

Del Vals del Millonario a los gauchos argentinos

Les voy a hablar de una letra de Queen y de los gauchos argentinos pero vamos a comenzar por una canción de heavy metal que nos introduce el tema, la canción es El soldado (The trooper) de Iron Maiden y cuenta una curiosa gesta militar británica, una batalla sanguinaria en la guerra de Crimea:

Captura de video Iron Maiden The trooper



Video Iron Maiden The Trooper  Youtube. 
Las imágenes de este video son de la película: 
The Charge of the Light Brigade (1968)

La guerra de Crimea fue un conflicto que entre 1853 y 1856 libraron el Imperio ruso y el Reino de Grecia contra una liga formada por el Imperio Otomano, Francia, el Reino Unido y el Reino de Cerdeña. La guerra comenzó porque Rusia intentó tomar control de una región donde se encuentran algunos de los países balcánicos en la actualidad (Rumania, Bulgaria y Moldavia). En la década de 1850, esta región formaba parte del vasto Imperio otomano. Este fue un imperio musulmán gobernado desde Turquía. Rusia pretendía tener salida al Mar Mediterráneo ante el desmoronamiento del Imperio Otomano.

La batalla de Balaclava fue el escenario de un grave error estratégico producto de la desinteligencia entre cuñados: Lord Cardigan y Lord Lucan.

donde sucede la famosa carga de la brigada ligera fue un desastre contada a los pocos días por Tennyson en su poema que de alguna manera inspira a Queen. Tener historia y saber contarla.


Queen - El vals del millonario y la carga de la brigada del amor
Bring out the charge of the love brigade
There is spring in the air once again
Drink to the sound of the song parade
There is music and love everywhere
(The Millionaire Waltz, Queen)

Sale a brillar la carga de la brigada del amor
Hay primavera en el aire una vez más
Bebe con el sonido del desfile de canciones
Hay música y amor por todas partes

Lord Tennyson y la carga de la brigada ligera

"The Charge of the Light Brigade" es un poema narrativo de 1854 de Alfred, Lord Tennyson sobre la Carga de la Brigada Ligera en la Batalla de Balaclava durante la Guerra de Crimea. Lo escribió el 2 de diciembre de 1854, y se publicó el 9 de diciembre de 1854 en The Examiner.

“Forward, the Light Brigade!
Charge for the guns!” he said.
Into the valley of Death
Rode the six hundred.

Adelante Brigada Ligera!
Carguen las armas! Dijo.
Hacia el valle de la muerte
Cabalgaron los seiscientos.

La batalla de Balaclava, al mando Lord Cardigan y Lord Lucan (Lord Ranglan al comando)


*-*


Battle of Balaclava

December 9, 1854 Into the Valley of Death

Field Marshal Fitzroy James Henry Somerset, 1st Baron Raglan (left), was in overall command of the allied armies. Raglan occupied a high spot where he could see the battle unfolding before him, but didn’t seem to realize that his subordinates below couldn’t see what he could see. Spotting a small Russian detachment trying to get away with captured cannon, Raglan issued an order to Lucan, in overall command of his Cavalry. “Lord Raglan wishes the Cavalry to advance rapidly to the front, follow the enemy, and try to prevent the enemy carrying away the guns.” As Staff Officer Louis Nolan left to deliver the message, Raglan shouted “Tell Lord Lucan the cavalry is to attack immediately“.

The Light Brigade was well suited to such a task, but the men below had no idea what Raglan meant by such a poorly worded order. The only guns they could see were dug in Russian artillery a mile away, at the other end of the valley. When Nolan brought the order, Lucan demanded to know what guns. With a contemptuous sweep of his arm, Nolan pointed down the valley.   “There, sir, are your guns“.

The order that came down from Lucan to Cardigan called for a suicide mission, even for heavy cavalry. The “Lights” were being ordered to ride a mile down an open valley, with enemy cannon and riflemen lining both sides, into the muzzles of dug in, well sighted, heavy artillery.

Nose to nose and glaring, neither man blinked in the contest of wills. In the end, Cardigan did as ordered. 674 horsemen of the Light Brigade mounted up, drew their swords, and rode into the valley of death.  

El mariscal de campo Fitzroy James Henry Somerset, primer barón Raglan (izquierda), estaba al mando general de los ejércitos aliados. Raglan ocupaba un lugar alto donde podía ver la batalla que se desarrollaba ante él, pero no parecía darse cuenta de que sus subordinados de abajo no podían ver lo que él podía ver. Al ver un pequeño destacamento ruso que intentaba escapar con el cañón capturado, Raglan emitió una orden a Lucan, al mando general de su caballería. "Lord Raglan desea que la caballería avance rápidamente hacia el frente, siga al enemigo y trate de evitar que el enemigo se lleve las armas". Cuando el oficial de estado mayor Louis Nolan se fue para entregar el mensaje, Raglan gritó: "Dígale a Lord Lucan que la caballería debe atacar de inmediato".

La Brigada Ligera estaba bien preparada para tal tarea, pero los hombres de abajo no tenían idea de lo que Raglan quería decir con una orden tan mal redactada. Las únicas armas que pudieron ver estaban excavadas en la artillería rusa a una milla de distancia, en el otro extremo del valle. Cuando Nolan trajo la orden, Lucan exigió saber qué armas. Con un movimiento despectivo de su brazo, Nolan señaló el valle. “Allí, señor, están sus armas”.

La orden que descendió de Lucan a Cardigan pedía una misión suicida, incluso para la caballería pesada. Se ordenó a los "Ligeros o livianos" que cabalgaran una milla por un valle abierto, con cañones enemigos y fusileros alineados a ambos lados, hacia las bocas de la artillería pesada atrincherada y bien vista.

Nariz con nariz y soberbios, ninguno de los dos hombres titubeó en el choque de voluntades. Al final, Cardigan hizo lo que le ordenaron. 674 jinetes de la Brigada Ligera montaron, desenvainaron sus espadas y cabalgaron hacia el valle de la muerte.




*-*





Al final de la guerra sobran rezagos militares. Entre otras cosas babuchas que compra el entonces presidente Urquiza para Argentina.


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Tener Historia y saber contarla: la carga de la Brigada Ligera (1854-1968)

Lunes, 4 noviembre 2019, 12:30
Por  Carlos Rilova Jericó

He oído muchas veces la expresión que dice que una cosa es tener gracia y otra ser gracioso. Con la Historia pasa algo parecido. Sobre todo cuando hablamos de eso que llaman “Historias nacionales”.
En efecto, no es lo mismo tener Historia como nación (milenaria, bicentenaria o incluso más o menos imaginaria, como estamos viendo últimamente) que saber contarla.
A ese respecto los anglosajones resultan, como siempre y, al menos, hasta ahora, imbatibles. El caso de la famosa carga de la Brigada Ligera es uno de los ejemplos que más me han fascinado como historiador. No tengo más remedio que reconocerlo.
Pongámonos en antecedentes. Ese hecho, la carga de la Brigada Ligera del Ejército británico de plena época victoriana, tuvo lugar un 25 de octubre de 1854, en el marco de la llamada Guerra de Crimea que se desarrolló entre el año 1853 y el de 1856. Episodio bélico al que, por cierto, ya se ha aludido en el correo de la Historia en ocasiones anteriores. Sobre todo por lo que respecta a la presencia en ella de militares españoles como el general Prim…
La guerra en cuestión estalló porque los rusos trataron de expandirse a costa de un imperio moribundo. En este caso el turco. Algo que difícilmente podían ver con calma otras potencias europeas para las que Oriente Medio era altamente estratégico. Caso de la Gran Bretaña victoriana que tiene su principal colonia en esos momentos en la India o de la Francia de Napoleón III, que está forjando un imperio africano y asiático en esas fechas. Para ambas, si un imperio fuerte o agresivo, como la Rusia zarista, se hacía con el control del Mar Negro y del Bósforo, las cosas se podían poner muy mal para sus respectivos imperios en formación.
De ahí vino el envío de tropas tanto francesas como británicas para ayudar al maltrecho imperio turco y ganarse con ello la gratitud de ese agonizante estado que era justo el que convenía, en ese momento y lugar, a Francia y Gran Bretaña.
Entre las muchas batallas que se darán para expulsar a los rusos de Crimea, una de ellas será la de Balaclava. Justo aquella en la que tendrá lugar esa famosa carga de la Brigada Ligera.
En nuestra sociedad 2.0 (la de Wikipedia) el hecho ha quedado sumariamente recogido como un desastre militar británico.
Probablemente lo fue. En términos objetivos la carga de escuadrones de Caballería ligera británica ese 25 de octubre de 1854 sólo tuvo como resultado notable la pérdida de la mayor parte de los efectivos de esos regimientos de húsares, dragones y lanceros británicos, quedando en duda -todavía hoy- el daño que pudieron infligir los escasos soldados y oficiales que rebasaron la línea final de la Artillería rusa emplazada al fondo del valle que Lord Alfred Tennyson, en el poema que inmortalizó la carga, definió como “Valle de la Muerte”.
Desde ese día de 1854 hasta hoy, la discusión en torno a esa carga no ha cesado. Los mandos implicados: Lord Raglan, Lord Lucan, Lord Cardigan… se interpelaron públicamente en la prensa de la época e incluso en las tribunas políticas, pero, entre tanto, la eficaz maquinaria literaria anglosajona -esa que todavía hoy domina el mundo en papel impreso, digital o, sobre todo, en pantalla- ya se había puesto en marcha.
Tennyson, tras leer un relato de los hechos en el “Times”, escribió el poema que realmente inmortalizó el hecho y convirtió en héroes a los 600 -eran alguno más en realidad- que cabalgaron por el “Valle de la Muerte”. Y, fundamentalmente, eso es lo que ha sobrevivido en el imaginario colectivo hasta hoy.
Un sólido relato que, por supuesto, ni siquiera han desmerecido las excursiones historiográficas que ha conocido ese épico episodio.

Es así como en 1936 se hizo una de las dos películas que existen sobre aquellos hechos. No era ni siquiera británica, pues fue producida por la empresa norteamericana Warner Brothers e interpretada por actores norteamericanos como Errol Flynn y Olivia de Havilland. Todo un dato verdaderamente significativo. Algo así como si México hubiera decidido en la misma fecha -1936- dedicar una película histórico-épica al episodio de los cuadros de Infantería española en la primera Batalla de Alba de Tormes, la de 1809… Cosa que, por supuesto, no sucedió ni, de momento, parece que vaya a suceder.
En esta primera película sobre la carga de la Brigada Ligera, se da un relato de los hechos bastante modificado. Así la mayor parte de la película transcurre no en Crimea en 1854, sino en la India. Esas aventuras coloniales exóticas -con las que Hollywood ha hecho fortuna durante años- proveían, sin embargo, de un sentido a la carga de los lanceros británicos en Balaclava para vengar allí la matanza supuestamente perpetrada por un emir local, que encarna en esa película todos los vicios y defectos de un “malo” oriental de aquel Hollywood anterior a lo políticamente correcto.
Pero, en conjunto, desde el principio hasta las escenas finales en Crimea, toda la película de Michael Curtiz era una exaltación de aquellos 600 jinetes cantados por el poema de Lord Alfred Tennyson como verdaderos héroes a los que nadie podría superar.
Con el tiempo, no cedió lo más mínimo esa exaltación épica de lo ocurrido en Balaclava. Así, en 1968, se hizo otra película, “La última carga”, esta vez, sí, británica, en la que, además de una cuidadosa puesta en escena que refleja perfectamente la época victoriana -desde los callejones infectos hasta los palacios, pasando por los cuarteles- se volvía sobre los pasos de aquellos controvertidos hechos.
Los principales lores implicados en el asunto -Raglan, Lucan, Cardigan…- eran reflejados en esa nueva película como unos pomposos excéntricos incapaces de entenderse entre ellos y que, por tanto, habrían desencadenado así el desastre. Sin embargo, aun así, “La última carga” seguía, en definitiva, ofreciendo un espectáculo pasmoso sobre el poderío militar británico en la época.
Buena prueba de ello es que los Cazadores de África, la unidad de caballería francesa que protege en realidad a los 600 -y pico- de ser masacrados totalmente en la retirada tras el ataque a la Artillería rusa, apenas aparece en la cinta. Sólo son mencionados de pasada en alguno de los diálogos y el resto de franceses que aparecen en la película son poco más que un elemento casi cómico para apuntalar las actuaciones de los excéntricos -pero en definitiva entrañables y divertidos- generales británicos.
Así, en conjunto, venimos a ver que incluso ese cine revisionista de los años sesenta parece incapaz de dar otra clase de relato sobre aquel desastre de Balaclava. El mismo que, en definitiva, se convierte en un hecho glorioso desde casi el mismo momento en el que tiene lugar y en Londres se debate sobre si realmente fue un desastre o un hecho más de los muchos que los británicos en particular -y los anglosajones en general- han convertido en esa herencia inmaterial que, todavía hoy, les da una enorme solidez como naciones con una Historia y un idioma común.
Justo lo que se puede esperar de quienes no sólo tienen Historia, sino además saben contarla. Y, de paso, con ese alto grado de profesionalidad que tan bien saben dirigir y explotar, vendérsela a países con una Historia igual o superior a la suya pero que, lamentablemente, siguen casi en pañales en estas cuestiones. Por acción o por omisión…
https://blogs.diariovasco.com/correo-historia/2019/11/04/tener-historia-y-saber-contarla-la-carga-de-la-brigada-ligera-1854-1968/


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El error que se hizo historia épica

A la carga, de mal rollo

Jacinto Antón
JACINTO ANTÓN. 23 AGO 2008 - 19:00 ART
Fue una carga de caballería espectacular, muy valiente, sin duda, pero nunca debió lanzarse. Los rusos, contra cuyos cañones atacaron frontalmente, en un alarde de heroísmo y estupidez, los seiscientos y pico húsares, dragones y lanceros británicos, pensaron que aquellos tipos debían de estar borrachos. De hecho, pidieron a los que hicieron prisioneros que les echaran el aliento: el único control de alcoholemia de una carga a caballo que se conozca.
Detrás de la bizarra carga suicida de la Brigada Ligera en Balaclava, cantada en su musculado poema por Tennyson ("Azotados por balas y metralla, / cabalgaron con audacia / en las fauces de la Muerte"), hay una serie de errores militares garrafales y un despliegue de imbecilidad como pocas veces se ha visto en la historia de la guerra, que ya es decir.
Seleccionar para una tarea tan compleja como el manejo de la caballería a dos ilustres majaderos que se detestaban y no se hablaban eran ganas de liarla
Del desastre de aquella mañana de lanza y sable del 25 de octubre de 1854 en un polvoriento valle cerca de la población de Balaclava, no lejos de Sebastopol, fue en parte responsable la enemistad entre dos hombres tan incompetentes como arrogantes y estúpidos, que mantuvieron a lo largo de sus vidas una rivalidad enconada y absurda: lord Cardigan -que lideró la carga- y lord Lucan -que le dio la orden-. Aristócratas, ricos, pijos, húsares, comandantes de los más selectos regimientos de caballería, vanidosos, crueles y memos, Cardigan y Lucan eran además cuñados.
El juicio negativo sobre esos dos infames cretinos a la greña no es algo de ahora, no crean: sus contemporáneos ya les veían así. "Todos estábamos de acuerdo en que no podía haber dos mayores cabrones que ellos", escribió el mayor Forrest, que sirvió en el 11º de húsares con Cardigan. "Llamábamos a Lucan el asno cauteloso, y a Cardigan, el asno peligroso". Otro oficial que sirvió con ambos generales anotó en su diario: "Cuanto más veo a lord Lucan y a lord Cardigan, más los desprecio. Qué ignorancia tan crasa y qué temperamento tan altivo".
Toda la sociedad británica se quedó de piedra cuando al formarse el ejército que debía combatir al oso ruso en Crimea se eligió a Lucan para mandar la caballería y a Cardigan para que se hiciera cargo de una parte de ésta, la Brigada Ligera. Poner a Cardigan nominalmente bajo el mando de su odiado cuñado y seleccionar para una tarea como el manejo de la caballería a dos encopetados majaderos que se detestaban y no se hablaban era ganas de liarla. "Individualmente, ninguno de los dos estaba capacitado para el puesto que ocupaba; juntos eran un desastre", señala Norman F. Dixon en su imprescindible Sobre la psicología de la incompetencia militar (Anagrama, 2001).
James Thomas Brudenell, séptimo conde de Cardigan (1797-1868), ha conseguido el raro privilegio de la unanimidad histórica en cuanto a su estulticia. Incluso el historiador militar John Keegan le tacha de estúpido, dominante y vengativo. "Tiene tanto cerebro como mi bota", resumió el capitán Portal, del 4 º de Dragones Ligeros. Único varón entre siete chicas, creció rodeado de atenciones y nunca dejó de ser en el fondo un niñato rico y malcriado. Esbelto, rubio y de ojos azules, era gran espadachín y hábil jinete. Desde joven destacó en la monta de todo tipo. Se ve que la propia reina Victoria hubo de darle un toque por sus escandalosos asuntos de cama. Se casó con una divorciada y luego con la excéntrica Adeline de Horsey (sic). No tuvo hijos (de ahí su frase al lanzarse a la carga en Balaclava: "¡Ahí va el último Brudenell!"). Utilizando, como Lucan, el vergonzoso sistema de compra de cargos en el ejército británico, Cardigan ascendió en poco tiempo de corneta a comandante. Como coronel del 11º de Húsares gastó enormes sumas para convertir al regimiento en el más ridículamente chic de la caballería británica (sus apretados pantalones carmesí eran el hazmerreír de la sociedad: les llamaban Cherry Bums, culos de cereza -Cherubins cuando había damas presentes-). La carrera militar de Cardigan está jalonada de polémicas a causa de las injusticias y abusos que cometió contra sus oficiales.
George Charles Bingham, tercer conde de Lucan (1900-1888), era hasta peor que Cardigan. A sus mismos defectos hay que añadir la brutalidad con la que administró sus tierras en Irlanda, condenando al hambre a millares de campesinos. Él también compitió para hacer de su regimiento favorito, el 17 º de Lanceros (que cargó con el 11º de Húsares en Balaclava), el más guay. Los conocían como los dandis de Bingham.
La aversión mutua entre Lucan y Cardigan parece que empezó por una tontería: el primero dejó caer que la carrera militar de Cardigan iba más lenta que la suya. Que Lucan se casara con la hermana pequeña de Cardigan, lady Ann (tuvieron seis hijos), no sirvió para unirles, sino al contrario. La chica se quejó a su hermano de que su marido la trataba mal, Cardigan se enfrentó a Lucan, éste se enfureció por la intromisión y ya ni Wellington, que lo intentó, pudo arreglar las cosas entre ellos.
Y así tenemos a los dos condes, generales y mentecatos aquel día en Balaclava. Cuando llegó a Lucan la inextricable orden de lord Raglan (otro incompetente) de moverse, orden que el mensajero, el vehemente capitán Nolan, pareció explicar como que había que cargar a la brava contra los cañones rusos (la cadena de responsabilidades sigue siendo objeto de estudios y debates), el jefe de la caballería mandó a su cuñado atacar. Cardigan, consciente de que era un suicidio, respondió petulante: "Sin duda, milord, pero permítame señalarle que hay una batería al frente, otras en ambos flancos y fusileros rusos por todas partes". El mal rollo impidió una mayor comunicación y que la orden fuera aclarada (en realidad, Raglan pedía atacar en una zona que no se podía divisar desde la posición de la caballería: toda una chapuza, vamos). De ser personas sensatas, Lucan y Cardigan probablemente habrían podido impedir el desastre. Pero el chulesco Cardigan cargó y los cañones rusos deshicieron la Brigada Ligera en un pandemónium de cañonazos, jinetes mutilados y caballos destripados (véase la extraordinaria El valle de la muerte, de Terry Brighton, Edhasa, 2008).
Cardigan y Lucan sobrevivieron a la guerra y en última instancia salieron bien librados de aquella necia catástrofe de la carga, devenida épica. El primero falleció al caer de su caballo en su finca, y el segundo, en su cama, octogenario y mariscal de campo. Ni siquiera fueron capaces, los muy miserables, de reconciliarse sobre la sangre de aquellos bravos hombres de cuya muerte tuvieron tanta responsabilidad.

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

https://elpais.com/diario/2008/08/24/domingo/1219549957_850215.html




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