Haruki Murakami - After Dark (I)
After Dark. (Alerta spoilers)
Es medianoche, y la joven de 19 años Mari Asai está leyendo un libro en un restaurante que abre toda la noche. Pretende esperar a que amanezca. Un joven la interrumpe: es Takahashi, un músico al que ha visto una única vez. Su hermana Erin, mientras tanto, duerme en su habitación, sumida en un sueño profundo. Takahashi se va a ensayar con su grupo, pero promete regresar antes del alba. Mari sufre una segunda interrupción: Kaoru, la encargada de un «hotel por horas», solicita su ayuda. Mari habla chino y una prostituta de esa nacionalidad ha sido brutalmente agredida por un cliente.
La novela cuenta la historia de varios personajes, que es a su vez una sola historia entrelazada: Mari, una estudiante de diecinueve años que decide pasar toda la noche fuera de su casa; Takahashi, un joven músico que se encuentra con Mari y recuerda haberla conocido en otra oportunidad, junto a su hermana; Eri, la hermana mayor de Mari, una hermosa modelo que desde hace dos meses duerme en su habitación, en donde su televisor, desenchufado, se enciende y amenaza con arrebatarla de este mundo para arrastrarla a otro, que no conocemos; Kaoru, una mujer que trabaja en un hotel alojamiento y hace lo que puede con lo que tiene a mano; y Shirakawa, un empleado y hombre de familia corriente que esconde un oscuro secreto, le apasiona ir con mujeres chinas a los hoteles alojamiento, golpearlas hasta el extremo y robarles todas sus pertenencias. En medio de todo esto, el mundo de la noche (y la realidad particular que implica) acompaña a estos y otros personajes en medio de las sombras de una ciudad iluminada.
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Esta hermosa historia sucede a lo largo de una noche. Al comienzo de cada capítulo, un reloj da la hora para que vayamos siguiendo el lento transcurso del tiempo.
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After dark narra una sola noche, en la que se nos presenta una serie de personajes que en algún momento cruzan sus historias:
Mari, una joven que ha perdido el último tren del día y pretende pasar la noche en un bar-restaurante, leyendo mientras espera el primer tren de la mañana.
Takahashi, un músico camino de un ensayo con su banda, y que reconoce a Mari de una cita con su hermana de algún tiempo atrás.
Eri, la hermana de Mari, que se encuentra sumida en un extraño sueño...
Mari, una joven que ha perdido el último tren del día y pretende pasar la noche en un bar-restaurante, leyendo mientras espera el primer tren de la mañana.
Takahashi, un músico camino de un ensayo con su banda, y que reconoce a Mari de una cita con su hermana de algún tiempo atrás.
Eri, la hermana de Mari, que se encuentra sumida en un extraño sueño...
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ADENDA
Fragmentos de After Dark
[...]
La camarera se acerca e intenta dejar sobre la mesa la carta y un vaso de
agua, tal como indica el manual, pero la mujer la rechaza con un ademán.
-No, es que me largo enseguida. Perdona, ¿eh? La camarera esboza una
sonrisa intranquila y se va.
-Tú eres Mari Asai, ¿verdad? -pregunta la mujer. -Pues sí...
-Me lo ha dicho Takahashi. Que quizá todavía estarías aquí.
-¿Takahashi?
-Sí. Tetsuya Takahashi. Un tipo alto, con el pelo largo, flacucho. Toca el
trombón.
Mari asiente.
-Ah, ése.
-Pues resulta que Takahashi me ha dicho que hablas chino perfectamente.
-Una conversación normal, sí puedo mantenerla sin problemas –dice Mari
con cautela-, pero no lo hablo a la perfección.
-Oye, lo siento, pero ¿podrías venir conmigo un rato? Es que tengo a una
china en casa con problemas. Pero no habla japonés y yo no me entero de
nada.
Sin acabar de comprender lo que le está diciendo, Mari pone el punto de
lectura en el libro, lo cierra y lo aparta a un lado.
-¿Problemas?
-Sí, se ha hecho daño. Está aquí mismo. A dos pasos. No te entretendré
mucho rato. Basta con que me expliques por encima qué le ha pasado. Oye, me
harías un gran favor.
[...]
(...) Eri Asai se encuentra sumida en un profundo y elaborado
sueño, como si todo su cuerpo estuviese envuelto en cera tibia. Y es evidente
que aquí hay algo incompatible con lo natural. Por ahora, esto es todo cuanto
podemos juzgar.
La cámara va retrocediendo despacio, ahora capta la imagen completa de la
habitación. Luego va captando cada detalle en busca de indicios. La estancia no
se ve profusamente decorada. No es una habitación que permita adivinar los
gustos ni la personalidad de su dueña. Si observáramos sin prestar mucha atención ni siquiera podríamos deducir que se trata de la habitación de una chica.
No aparecen por ninguna parte ni muñecas, ni animalitos de felpa, ni accesorios. No hay pósters, ni siquiera un calendario. En el lado de la ventana hay un
viejo escritorio de madera, una silla giratoria. Una persiana enrollable cuelga de
la ventana. Sobre el escritorio hay una sencilla lámpara negra, un ordenador
tamaño cuaderno de última generación (con la tapa cerrada). Algunos lápices y
bolígrafos dentro de una taza grande. Junto a la pared, una sencilla cama
individual de madera donde duerme Eri Asai. La colcha es blanca y lisa. En el
lado opuesto a la cama, en una estantería instalada en la pared, hay un pequeño
equipo de música y algunos cedés apilados. A su lado, un teléfono y un televisor de dieciocho pulgadas. Un tocador con espejo. Frente al espejo, sólo hay
una crema protectora de labios y un cepillo del pelo, pequeño y redondo. Apoyado en la pared, un armario de cuerpo entero. Como única decoración de la
estancia, cinco pequeñas fotografías enmarcadas alineadas en uno de los
estantes. Todas son de Eri Asai. En todas se la ve a ella sola. En ninguna
aparece acompañada de algún familiar o amigo. Todas son fotografías
profesionales en las que posa como modelo. Posiblemente son fotos
publicadas en alguna revista. Hay una pequeña librería, pero los libros pueden
contarse con los dedos de una mano y la mayoría son, además, manuales de las
asignaturas que cursa en la universidad. Luego, vemos una montaña de revistas
de moda de gran tamaño apiladas. Difícilmente podemos afirmar que sea una
gran lectora.
[...]
(...) Nuestra mirada, convertida en cámara, una vez ha dejado de observar los
detalles, retrocede y barre de nuevo el interior de la estancia. Como si estuviese
indecisa, enfoca momentáneamente la habitación en toda su magnitud.
Durante esos instantes, el punto de vista permanece fijo. Se expande un
silencio lleno de significados. Sin embargo, poco después, como si de pronto se
le hubiese ocurrido, enfoca el televisor que se halla en un rincón del cuarto y se
aproxima a él. Es un televisor Sony, negro y cuadrado. La pantalla está oscura,
muerta, como el lado oculto de la luna. Sin embargo, la cámara parece haber
detectado en ella un indicio. O quizás una especie de señal. Primer plano de la
pantalla. Todavía sin decir una sola palabra, compartimos con la cámara este
indicio, esta señal, y fijamos los ojos en la pantalla.
(...) La imagen de la televisión aparece y desaparece, pero se va estabilizando de
forma progresiva. En la pantalla se proyecta ahora el interior de una habitación.
Una habitación bastante amplia. Parece una sala de un edificio de oficinas.
También parece un aula. Con una enorme ventana de cristal y muchos
fluorescentes alineándose en el techo. Pero no hay ni rastro de muebles. No, al
observar con atención aparece una única silla en mitad de la estancia. Una vieja
silla de madera con respaldo pero sin brazos. Una silla sencilla, funcional. En
ella hay alguien sentado. La imagen aún no está bien definida, de modo que la
figura del individuo que la ocupa no es más que una silueta desdibujada de
contornos imprecisos. En la estancia flota el aire gélido de los lugares
abandonados durante mucho tiempo.
[...]
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