Absinthe - Ausencia, ausencia...

“Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir", Oscar Wilde, fan declarado de la absenta, describe su experiencia*.

Paul Verlaine bebiendo absenthia o absenta.



"ENTRE LA ABSENTA" poema

El poeta miraba absorto por la ventana del local.
Su mente estaba vacía
Su corazón helado
Su mirada perdida y
Su mano rígida

El lápiz yacía impávido
Sobre le cuaderno en la mesa recostado
Blanco
Hojas vacías de una yerma inspiración sombría

Las horas pasaban
En la calle el frío alejaba a transeúntes
Y llenaba locales y tranvías.
La noche asediaba el día. Ya oscurecía.
Era tarde.
Frío, ruido vació,
de un dia escueto,
de un tiempo maldito
Demasiados calificativos, demasiadas sensaciones para apuntar
En aquel cuaderno amarillo.

Amarillo por el paso del tiempo
Y del tedio que le había mermado el flamante brillo
Que tiene todo cuaderno nuevo y orgulloso
Ahora este estaba tan apagado y raído
No hay notas en él, sólo el llanto del maleficio
Un corazón sin amor
Y un artista sin brillo que ha caído en el olvido
Es demasiado para reflejar en un espacio tan sencillo.

La noche cae, la calle está desierta
El poeta atraviesa con su mirada de niño la copa de absenta
Verde, campos, alegría, la risa, los árboles
Verde el cerebro se vacía en delirios
Los pensamientos del poeta se alejan, viajan sin tregua ni destino
Se elevan hacía Dios y caen en la duda eterna
Descienden a los infiernos y salen ahogados de deudas.

El poeta sueña aquella luz,
aquel llanto de cuando era niño
la alegría de unos sueños que han caído en el olvido
Recuerda la ciudad de la pasión eterna.
No había noche sin día, ni día sin tormenta
Maldita y vieja Inglaterra
La tormenta unía sus cuerpos
Y la lluvia escondía sus penas

¿Quién era él ahora?
Sólo polvo, pura materia.
Un alma sin cuerpo prisionera
Un cuerpo sin alma lleno de la Culpa Primera:

Amor, destrozaste a Inspiración
Sabiduría mataste a Belleza
Las quería a todas y ella me mató
Pues un poeta no puede amar a otra sino a su Musa Poeta.

© Carme Folch, 2011.



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Absenta: el hada verde

Por Eduardo Berti
Marzo 2006 | 
Tags: Letrillas Artículo de opinión

En el siglo XVIII el médico francés Pierre Ordinaire se exilió en Suiza, donde se dedicó a sanar enfermos y a fabricar pócimas curativas como el “elixir de absinthe”, basado en una hierba conocida como ajenjo o artemisia. 
     Cuenta la leyenda que, a su muerte, Ordinaire legó la receta a su gobernanta y ésta luego a dos señoritas de apellido Henriod, quienes la explotaron comercialmente. En 1797, las Henriod vendieron la receta a un tal Dubied, que montó la primera fábrica de absenta junto con su yerno Henri-Louis Pernod. La novedad fue que el elixir pasó a venderse en las licorerías, a modo de digestivo, con tal éxito que el yerno se emancipó y fundó la destilería Pernod Fils.
     Desde la antigüedad el ajenjo había sido empleado con fines médicos. Un papiro egipcio lo menciona por sus virtudes. Hipócrates lo recomendaba contra la ictericia y Galeno contra la malaria. En griego absinthium quiere decir “carente de dulzor”. En francés, avaler l’absinthe significa soportar algo doloroso con estoicismo. Los campeones en las antiguas Olimpiadas debían beber una bebida con ajenjo para que, al tiempo que paladeaban el éxito, no olvidaran las pasadas amarguras.
     Los pocos historiadores del ajenjo afirman que tanto la guerra franco-prusiana (1870-1871) como la franco-argelina (1844-1847) contribuyeron a la difusión de la bebida. A su regreso, los combatientes siguieron bebiendo absinthe. Los cafés de los bulevares de París empezaron a servirlo y la burguesía, que admiraba a las tropas, decidió probarlo también.
     El apogeo ocurrió entre 1880 y 1914. En 1910 se bebían en Francia 36 millones de litros de absenta anuales. Las cinco de la tarde pasó a ser “la hora de la fée verte” (hada verde). A fines del siglo xix había unos doscientos fabricantes de ajenjo. Muchos afiches art nouveau dan cuenta de la competencia: Sarah Bernhardt hizo publicidad para el Terminus, el presidente Carnot prestó su imagen para otra marca. Y hasta hubo un ingenioso bodeguero que lanzó el ajenjo “Le Même” (El mismo). “Otro ajenjo”, pedía el cliente. “¿El mismo?”, preguntaba el camarero y a menudo acababa sirviendo “Le Même”.
     El rito que implicaba la absenta contribuyó acaso a su popularidad: se servía una medida; se colocaba sobre el vaso una cuchara perforada; se ponía allí un terrón de azucar; se vertía agua helada a través del colador. Claro que había otras costumbres: beberlo puro, mezclarlo con vino, añadir limón o pimienta. Toulouse-Lautrec inventó un ajenjo con coñac llamado “Terremoto”.
     Una plaga redujo en 1875 la producción de los viñedos franceses. Al ver cuánto aumentaba el precio del alcohol de vino, necesario para el licor, los productores de ajenjo optaron por usar alcohol industrial. La calidad se abarató menos que el precio. Las ventas treparon hasta poner en jaque el liderazgo del vino.
     Hacia 1890 “el vaso verde simbolizaba anarquía o rechazo a las normas” (Barnaby Conrad, History in a Bottle). La bebida era estimada por la bohemia “decadente” como afrodisíaco y fuente de inspiración. Entre los bebedores estaban Edgar Poe, Jack London, August Strindberg y Oscar Wilde, para quien un vaso de ajenjo era “poético como una puesta de sol”.
     Charles Cros llegó a beber veinte vasos diarios, mientras desarrollaba el telégrafo y el primer fonógrafo. Paul Verlaine empezó a beber ajenjo en compañía de Arthur Rimbaud. Alfred Jarry sólo lo consumía puro y se paseaba en bicicleta pintado de verde. Vincent van Gogh fue iniciado al parecer por Paul Gauguin; cuando su muerte, en 1890 y atribuida al absinthe, ya se había acuñado la palabra absintheur y se discutía sobre la venta libre.
     Los rumores de prohibición no hicieron sino acrecentar el atractivo de la absenta. De “hada verde” pasó a hablarse de “peligro” o “demonio” verde. En 1859, un tal doctor Motet había concluido que el ajenjo provocaba crisis epilépticas. En 1892 el doctor Ott observó “espamos y temblores”.
     Es creencia que el eclipse del absinthe comenzó en 1901, cuando un rayo cayó en la fábrica Pernod y ésta ardió por cinco días. La anécdota vale por su simbolismo (en ruso, absinthe se dice “chernobyl”) pero la cruzada había arrancado antes, con los primeros films Pathé y con los “dramas antialcohólicos”, en los teatros a partir de 1880. 
     El bebedor de absenta, cuadro de Edouard Manet, data de 1859; la Bebedora de absenta de Picasso, de 1901. Entre ambos se dio la masiva incorporación de las mujeres a las filas del ajenjo. Nada irritaba tanto a los prohibicionistas. 
     La excéntrica conducta de los “artistas absintheurs” no bastó para la prohibición. Unos hechos policiales fueron más determinantes. En Suiza, país natal de la bebida, el granjero Jean Lanfray fue acusado en 1905 de matar a su mujer y su hijo. Trascendió que bebía cinco litros diarios de vino, más dos vasos de absinta. La prensa destacó esto último y habló del “crimen del ajenjo”. Y ya se habían recolectado unas ochenta mil firmas exigiendo la prohibición cuando un bebedor compulsivo de absinthe mató a su esposa, en Ginebra. Esto impulsó otro petitorio: 35 mil firmas más.
     El ajenjo fue oficialmente prohibido en Suiza en 1907. La medida fue imitada en Italia, Estados Unidos, Holanda y Bélgica. En Francia siguió permitido por un tiempo (especula Marie-Claude Delahaye en Histoire de la Fée Verte) debido a fuertes intereses: la bebida aportaba millones en concepto de impuestos.
     En 1900, la Academia de Medicina de Francia condenó las bebidas con esencias vegetales, absenta incluida. “Absintismo y alcoholismo fueron confundidos adrede”, dice Delahaye. Cuando la guerra del 14, los detractores dieron con el argumento faltante: el absinthe debilitaba a las tropas, “erosionando la defensa nacional”; el absinthe era “antipatriótico”.
     La prohibición fue sancionada en 1915, al tiempo que Alemania atacaba Argonne. Los fabricantes de ajenjo guardaron un silencio extraño; pronto trascendió el rumor de una suculenta indemnización.
     En 1917 se publicó una solicitada: “La victoria sobre Alemania debe ir acompañada de la victoria contra el alcohol”. Para 1920, la máxima graduación tolerada en Francia era de 30. En 1922 se autorizaron los aperitivos de hasta 40: anís del oso, berger, tomysette. La tolerancia fue elevada a 45 en 1938, y Ricard lanzó el “pastís marsellés”. De los sucedáneos, ninguno gozó de la fama del Pernod; pero su filiación con el absinthe es, según los expertos, apenas sentimental.
     “La absenta vuelve a conseguirse en Gran Bretaña tras 80 años”, tituló The Guardian en 1998. El Daily Telegraph lo confirmó: “No está prohibido y no tenemos pruebas de que alguna vez lo haya estado”.
     Desde entonces diversos medios anuncian el renacimiento de la bebida. Se la vuelve a fabricar y a beber. También se le rinde tributo: desde 1991 Delahaye edita una revista trimestral dedicada a la fée verte; y en 1984 inauguró el “Museo del absinthe” en Auvers-sur-Oise, donde yacen Vincent y Theo van Gogh. 
     Los defensores del absinthe no ocultan que su hondo anhelo es la legalización. Saben que la empresa es ardua (en los ochenta, unos políticos franceses intentaron un tibio lobby) pero citan a Aleister Crowley en The Green Goddess: “El prohibicionista es alguien sin carácter moral, ya que no concibe a un hombre capaz de resistir las tentaciones”.~


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La Absenta y la Literatura

Publicado en agosto 3, 2009

Charles Baudelaire (1821-1867)
Charles Baudelaire (1821 – 1867) es considerado como padre del decadentismo (movimiento que llegará a su cenit con Joris Karl Huysman) y poeta maldito por excelencia a causa de su glorificación del mal, su descarado inmoralismo y su vida de excesos. En 1857 publicará su obra maestra “Las flores del mal”, obra que produce un enorme escándalo entre la sociedad parisina y conducirá a Baudelaire ante los tribunales por un cargo de obscenidad.

A causa de su vida libertina contrae la sífilis, lo que se suma a otras dolencias como una crisis gástrica, y para atenuar el dolor recurre a los narcóticos como el opio, el hachis, el éter y por supuesto el absenta. Pronto se convertirá en uno de los pioneros (junto al inglés Thomas DeQuincey), de la defensa del uso de las drogas como método de creación literaria con su obra “Los paraísos artificiales” , donde el autor cuenta sus experiencias alucinatorias a través del opio y el hachis, mezclando este último ,en ocasiones, con el ajenjo buscando así acrecentar el éxtasis.

Dos personajes plenos exponentes de la vida bohemia serán los parisinos Paul Verlaine (1844 – 1896) y Arthur Rimbaud (1854 – 1891), que además de regalarnos apasionados versos y convertirse en padres del simbolismo moderno, vivirán una turbulenta relación homosexual empapados de absenta y lagrimas.

Arthur Rimbaud nace en una conservadora y aburguesada familia donde recibe una rígida educación católica, mostrando desde muy joven unas enormes capacidades para la literatura; pronto comienza a protagonizar escapadas nocturnas entrando en contacto con otro mundo que su familia le había ocultado: el de los desfavorecidos. Esto, junto a un breve pero intenso contacto con la comuna de Paris, le lleva a comenzar a escribir una poesía política y concienciada. Sin embargo esto se ve truncado tras ser una noche violado por unos soldados ebrios de la comuna, tal como el propio autor relata en su estremecedor poema “El corazón herido”. En ese momento la actitud del joven Rimbaud  se torna caótica y violenta, empieza a beber en abundancia mientras se pasea por los cafés con un aspecto andrajoso y satánico, escandalizando a los burgueses al tiempo que decora los muros de las iglesias con amenazantes pintadas que rezan: “¡muera Dios!”.

Paul Verlaine ebrio en un café
En ese instante se cruza en su vida Paul Verlaine, a quien conoce en una de las tertulias de Mallarmé (las cuales son el germen del simbolismo), y quien queda prendado del atormentado joven que es Rimbaud. Juntos comienzan a vivir una existencia de excesos, recurriendo a menudo al absenta y al hachis, que les conducía a estados visionarios para alcanzar una trascendencia poética, (“registrar lo inefable y para ello es preciso una alquimia verbal que, nacida de una alucinación de los sentidos, se exprese como alucinación de las palabras, al mismo tiempo, esas invenciones verbales tendrán el poder de cambiar la vida”), gracias a los cuales escriben sus poemas más inquietantes y sombríos, mientras escandalizaban a la puritana sociedad parisina con sus comportamientos antisociales .y su vida disoluta.

En Inglaterra, el absenta irá más ligado al refinado mundo del dandismo que a la crápula vida bohemia. Oscar Wilde fue uno de sus grandes consumidores y escribe un célebre párrafo narrando los efectos de este espirituoso:

“Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir”.

Rubén Darío (1867 – 1916) máximo exponente del modernismo hispánico y pese a su enorme éxito literario y vital, siempre acarreó graves problemas de alcoholismo. En 1910 ante la ascensión de las vanguardias, sufrirá una profunda depresión que le llevará a abandonarse a todo tipo de excentricidades bohemias, entre las que por supuesto se incluía el ajenjo. Afectado por una dolencia mental, acentuada por sus problemas con el alcohol en general y el absenta en particular, se refugia en Mallorca sustituyendo el hedonismo por el misticismo. Dos años más tarde regresa a su Nicaragua natal, donde muere por afecciones relacionadas con su dipsomanía.

Se atribuye a Ernest Hemingway (1899 – 1961) recurrir al absenta para reunir el valor necesario para torear. Además en su novela “Muerte en la tarde”, obra dedicada a la tauromaquia y por ende a su querida e idealizada España, el autor estadounidense describe esta bebida como “una alquimia liquida que cambia las ideas”, revitalizando el mito de la fee verte.

Igualmente el brujo inglés Alister Crowley (1875 – 1947), escribe un ensayo lírico de gran belleza llamado “Absenta, la diosa verde”, manteniéndose así la tradicional relación entre esta bebida y el mundo de la hechicería.

Edgar Allan Poe ¿Alcohólico?

Finalmente, resultaría interesante analizar la controvertida figura de Edgar Allan Poe (1809 – 1849), uno de los indiscutibles maestros del relato corto y del género gótico.

Tradicionalmente ha sido visto como un autor atormentado e inestable, afectado por profundas depresiones, las cuales buscaba combatir mediante el láudano y el absenta. Estos problemas se verán agravados con la prematura muerte de su querida esposa Virginia (hecho que inspiraría su mítico relato de “El cuervo”) y que trastoca a Poe hasta tal punto que acaba en un estado lamentable, vagabundeando por las calles, ebrio y vestido con harapos. Tras una serie de desastrosas relaciones sentimentales, Poe logra concertar matrimonio con un antiguo amor de juventud y rehacer su vida. Sin embargo, unos pocos días antes de la fecha de su boda desaparece, para aparecer tres días más tarde en estado de delirio (posiblemente afectado de delirium tremens) en una taberna de Baltimore, actuando como un demente y atacando a los enfermeros que pretendían ayudarle, para morir esa misma madrugada.

Sin embargo esta versión de su muerte ha sido puesta en duda, señalándose la posibilidad de que padeciera diabetes, o que incluso hubiera sido contagiado de rabia. La polémica va más lejos al señalar algunos autores que Poe era en realidad abstemio y toda la leyenda creada en torno a su figura, bien pudo ser una farsa intencionadamente creada por el propio Baudelaire , (gran admirador y traductor de la obra de Poe al francés) ,como una estratagema publicitaria……. La polémica esta servida.

David Landot




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miércoles, 27 de febrero de 2008

EL ARTE DE LA ABSENTA o el arte de la ausencia

Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más horrible que te puede ocurrir.
Oscar Wilde


SYLNIS FAË
Depresivo, talentoso, melancólico, apasionado.

Joven pintor que vive la bohemia de Montmartre, en una lamentable situación de pobreza. Sobrevive día tras día con un par de bollos de pan y algún que otro caldo de pollo, sin olvidar la absenta, que le permite arrinconar todos sus males. Alojado en una casa en construcción en la calle “Brèche aux loups” en medio de lienzos y más lienzos inacabados, frecuenta las fiestas y los cafetines de la colina donde se encuentran todos los artistas efervescentes de ideas, así como las diferentes corrientes que agitan ese monte: académicos, realistas, neorrománticos y un nuevo movimiento orientalista al que se siente muy apegado.
Es durante el transcurso de una animada discusión con varios colegas donde encontrará a la que sería a partir de entonces su ninfa: Elisa. Se miran, se convierte en su modelo, en su amante, en su musa, por ella renunciará a la “fée verte”, su compañera hasta el momento: la absenta.
Adaptado de L'art d'être dragon de Ulric Maes.


El Hada verde es la traducción al castellano de La Fée Verte, el apodo cariñoso con el que se bautizó la absenta en el s. XIX. Este sobrenombre continuó utilizándose junto a su nombre oficial un siglo después. Pero la absenta también recibió otros apelativos; numerosos artistas aceptaron la inspiración de “Musa Verde”. Aleister Crowley, el británico ocultista, fue adorador de “La Diosa Verde”. No obstante, ningún otro apodo fue tan conocido como el original, y muchos bebedores de absenta se refieron a este licor verde simplemente como “La Fée” (el hada).

Sin embargo; el Hada Verde no es un nombre azaroso para la absenta: es el concepto metafórico de la iluminación y exploración, de la inspiración poética, de una mente más libre, de nuevas ideas, de un cambio de orden social. Para el bebedor ignorante, la absenta siempre será un símbolo de alcohol casi en estado puro, quizás con un nivel de tuyonas un tanto elevado. Para los bohemios originales del París de 1890, el hada fue recibida como un símbolo de transformación. Era la guía en una ruta de innovación artística, el símbolo de la sed -por la vida- desde Arthur Rimbaud, el primer “poeta punk” (el hada fue su fuente de inspiración) hasta su compañero Paul Verlaine (en su búsqueda por la fuga de la realidad convencional de su época hacia el santuario de lo surrealista).

Toulouse-Lautrec y Lucién Metivet bebiendo absenta.
La transformación siempre ha sido la esencia fundamental de El Hada Verde, ya que proporciona mundos paralelos. Durante el ritual mágico de “la louche”, la bebida primero se transforma desde su preparado concentrado, rico en alcohol y de un profundo verde esmeralda, hacia una preciosa opalescencia, en una mezcla nebulosa verdi-blanca. Esto, es, por supuesto, sólo el símbolo de las subsecuentes transformaciones que tendrán lugar dentro de la mente del bebedor. Del mismo modo que el agua fría libera el poder del aceite de ajenjo y otros ingredientes del concentrado verde, así las nuevas ideas, conceptos y nociones se liberan en la mente del bebedor, sea poeta, pintor, escultor, científico o simple mortal.

Pero ¿cuál es el elemento extravagante que induce a la absenta a convocar a La Musa?
Sólo el lector, o mejor dicho, el bebedor, podría averiguarlo por sí mismo. No hay duda, sin embargo; que durante los dos últimos siglos la absenta ha repercutido en el arte, la poesía y el mundo de las ideas, sorprendentemente originales, rebeldes y cuestionadoras de sus extremos. Era la época de Rimbaud y Verlaine, perseguidos por retar las convenciones del momento cada vez que se enfrentaban a ellas. Sus “travesuras” provocaron indignación por la Europa de entonces, pero su poesía ingeniosa –una reflexión de su búsqueda por la verdad del sentido de la vida- permanece con nosotros hasta el día de hoy.

Y EL ARTE ERA VERDE verde VeRdE

Inspiradora y liberadora, el Hada Verde fue un símbolo poderoso del avant-garde (la vanguardia) que reinó en los cafés parisinos hace ya casi dos siglos. En este sentido, el Hada fue lo que luego se convirtió en la subcultura hippie durante los años sesenta. Bajo su compañía –o bajo su influencia- los escritores y artistas de la Belle Époque se convirtieron en lúcidos comentadores o en un nuevo mundo emergente. A golpe de pincel o de pluma, experimentaron, se rebelaron, provocaron y exitosamente trastornaron las reprimidas convenciones del momento.


¡Menuda puta!- soltó por su boca George Moore, crítico de arte británico, cuando, en 1892, detuvo por vez primera sus ojos ante el cuadro de Edgar Degas titulado La absenta. La “puta” del cuadro no es el Hada Verde, sino una actriz francesa retratada bebiendo absenta en un café parisino. Se llamaba Ellen Andrée, amiga del pintor, que se muestra en el cuadro en un instante reflexivo en el café La Nouvelle-Athenes.

Tal vez no sea sorprendente el hecho de que esta obra de arte proveniente de un gusto demasiado exacerbado hacia lo nouvelle impresionara a un victoriano que acababa de cruzar el canal. Sin embargo; lo que sí es sorprendente es la intensa francofobia con la que el cuadro irrumpe en el mundo del arte londinense. En primer lugar, la obra fue abucheada en la sala de subastas Christie's. Más tarde, provocó la cólera hacia cualquier elemento de procedencia francesa: la cultura francesa (o la carencia de ella, como alguien diría alguna vez), el veneno francés (la absenta) e incluso “el mal francés” (la sífilis).

El problema de la absenta, fue, por supuesto, que era demasiado moderna para esa época. La absenta se utilizó como una especie de chivo espiatorio del momento, pero no fue la absenta por sí misma la provocadora de la histeria colectiva, sino la idea de una mujer bebiéndola. El cuadro retaba lo que era el orden natural establecido. Retaba el entendimiento convencional del lugar que ocupaba la mujer en la sociedad. Desafiaba las nociones tradicionales de decencia, moralidad y propiedad: el disfrute de una bebida en un café público no era aparentemente un lugar apropiado para una señora "decente". Y tuvieron que transcurrir muchos años para que el retrato de Degas se convirtiera en una verdadera obra de arte.

La cólera que desató La absenta de Degas en Inglaterra fue tan sólo la expresión de un miedo preexistente de la decadencia que también llegaría en breve a las orillas de las Islas Británicas. Dos años antes, Marie Corelli, autora de Ajenjo; el drama de París, escribió:
La morbosidad de la mente francesa moderna es famosa y universalmente admitida… su abierto ateísmo, su crueldad, su alucinación y la flagrante inmoralidad de todas las escuelas francesas de pensamiento es completamente incuestionable.


Picasso "Ángel Fernández de Soto" (más conocido como "El bebedor de absenta"). Matiz de color: aquí el arte era más que verde: azuuuuuuuuuuuuul.

Corelli también advirtió:
"Se debe recordar, puesto que recientemente cada vez más cafés y restaurantes franceses están inundando la ciudad de Londres, que la absenta se obtiene siempre a bajo precio – los hábitos franceses, la moda francesa, los libros franceses, los cuadros franceses, son particularmente favorecidos por los ingleses, y ¿quién puede predecir que esa droga francesa que consumen los franceses no se convierta en una moda en Gran Bretaña?".


Picasso

Mientras que en París, el Hada Verde ha sido una invitada bienvenida del café Nouvelle-Athenes, el lugar en el que Degas representa “La absenta”, Sarah Bernard bebió allí, como lo hicieron Van Gogh, Lautrec, Gauguin, Manet, Monet y otros famosos y no tan famosos bohemios. Bajo los efectos de uno o varios vasos de absenta, pintaron y escribieron, discutieron y compartieron ideas o simplemente cantaron y leyeron poesía.
Como una criatura metafórica encerrada en una botella de absenta, el hada verde continuó ganando reputación como musa de artistas en todo el continente.



Fuera de la botella: El hada verde ayuda a trabajar, liberando la mente del poeta. La pose de alucinación del poeta y la brumosa aparición verde simbolizan los efectos de la absenta. Albert Maignan, "La Musa Verde", 1895.

Su fin abrupto llegó en la segunda década del s. XX cuando los belgas, después los suizos y finalmente los franceses prohibieron la absenta. En esa época, el hada verde había impulsado a una generación de artistas hacia la producción de innumerables trabajos dedicados, o inspirados, bajo los 
curiosos efectos de una criatura con alas verdes.

Manuscrito original de Aleister Crowley del poema "La leyenda de la absenta" (titulado aquí como "L'absinthe") publicado en The International (Nueva York, octubre 1917) bajo el seudónimo Jeanne La Goulue (famosa bailarina del Moulin Rouge retratada por Toulouse Lautrec). Este mismo poema fue citado por Crowley en su ensayo posterior "Absenta. La Diosa Verde".


Las líneas que abren el poema "La absenta", por la misma mano del autor muestra su típica y fálica A mayúscula en la palabra Apollon.

Ver: 
https://qualquierbuenosaires.blogspot.com/2024/08/absenta-ausencia-absinthe-green-goddess.html

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