El barrio del Tambor
“La salvaje algazara que se levanta en el aire, de aquella circunvalación exterior, la oíamos –hablo como testigo – como un rumor siniestro y ominoso desde las calles del centro, semejante al de una amenazante invasión de tribus africanas, negras y desnudas.” (V.F.Lopez)
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EL BARRIO DEL TAMBOR (MILONGA)
Letra de Horacio Sanguinetti Musica de Antonio Bonavena Intérpretes: Anibal Troilo Cassette rca tms 50455 Canta: Alberto Marino Milonga Calles viejas mas mil motas vigiladas por un farol voz de negro de alma tenebrosa voz del barrio del tambor. Fiel el candombe color de sombra y candombe en el corazón canto oscuro que zumba y asombra con la angustia de su son. Recuerdos de las morenas vistiendo batas color punzó luciendo la azucenas de sus sonrisas de corazón. Barrio negro, barrio triste se ha apagado tu carbón barrio negro ya no existes se ha callado tu tambor. Barrio negro ya no existes se ha callado tu tambor...
Colaboración enviada por: Amado Lafuente
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La siguiente nota fue tomada de: http://jorgealgorta.blogspot.com.ar/2008/02/el-barrio-del-tambor.html
EL BARRIO DEL TAMBOR
En casi todas las ciudades del mundo encontramos zonas geográficas, de indefinida circunscripción y de una marcada pertenencia popular, áreas cuyo nombre nos suena en el oído desde que nacimos y que en muchos casos no sabemos si existen o existieron y obviamente, donde quedaban. Eran los barrios “escondidos”.
Salvo
los memoriosos o los historiadores, que en ocasiones lo citan
imprecisamente, nadie termina de dar datos definitivos sobre su
existencia ya que tampoco figuraba en los planos o en los mapas, al
igual que hoy las villas de emergencia no figuran en ningún plano,
ocupando muchas veces campos en blanco sin ninguna inscripción que las
identifique como tales.
Nuestra
ciudad encierra en sus entrañas, el misterio de zonas que se
perpetraron en la memoria colectiva, invisibilizandose a través de los
años ya que su mención quedó solo conservada por la oralidad o por los recuerdos de algunos poetas que le dieron palabra al tango.
Tal
era el caso del Barrio de las Ranas o de las Latas (Parque de los
Patricios, también llamado los Corrales Viejos), Catedral al Sur y
Catedral al Norte (parte de Montserrat y de San Nicolás o sea el
Microcentro de hoy), el Alto de San Pedro (San Telmo), La Residencia (al costado de la Iglesia de San Telmo), los Corrales de Miserere (el Once), la Tierra del Fuego (Palermo, mas allá de la Penitenciaría de la calle Las Heras), La Convalecencia (al oeste de Constitución, atrás del Hospital Rawson), La Quema
(Barracas y Patricios al Sur), Los Portones (en Palermo) y muchos otros
que en ocasiones los recuerdan las letras de algunos tangos.
El
Barrio del Tambor era uno de esos barrios “escondidos” que, sin
quererlo, compartía el territorio de Montserrat y parte de San Telmo, y
por supuesto, nos ocupa ya que su nombre se debe a que era la zona donde
se agrupaban los negros que eran libertos, sus viviendas, sus Naciones,
sus Sitios, sus historias.
No
encontramos ningún plano donde figuren límites o zonas específicamente
señaladas como el Barrio del Tambor (al menos hasta ahora, 2008), pero
sí lo encontramos citado con ese nombre en varias publicaciones del
Siglo XIX, donde lo ubican en un perímetro aproximado entre las calles
Paseo Colón (al Este), Av. Independencia (al Sur), Av. Entre Ríos (al
Oeste) y la calle Moreno (al Norte). Por supuesto que esta amplia zona
que pertenece a Montserrat y a San Telmo no era exclusivamente un barrio
de negros, sino que se la llamaba así porque en él, vivía gran cantidad de éstos junto con todo tipo de habitantes provenientes de todas partes y orígenes.
Plano Bianchi 1882
En
ningún momento existió un “guetto” o algo similar. Simplemente que en
sus calles vivían en estado de libertad, reunidos por origen, en algunos
casos, o por familiaridad de parentesco en otros.
Es interesante conocer el punto de vista de Vicente Rossi: “La
banda occidental del Plata fue un pandemonio de negros; poblaban en
todos los rincones de Buenos Aires, siendo de su particular dominio unas
veinte manzanas comprendidas en la jurisdicción de las parroquias de
San Telmo, Concepción, Santa Lucía y Montserrat que formaban el famoso
Barrio del Mondongo, haciendo marco al bajo del Riachuelo, la no menos
famosa Boca, la Génova
porteña, cuyos habitantes vivían en continuas escaramuzas con sus
vecinos del Mondongo, por “odio al color”. En los barrios del Centro
donde había aglomeración de “Naciones”, se los denominaba Barrios del
Tambor”. (Cosas de Negros – 1926).
Y
ya que lo dijo Rossi señalemos que Barrio del Mondongo era otra
denominación del mismo Barrio del Tambor, nombre que proviene del pueblo
africano Mondongo (Bantú), cuyos miembros se acercaban al Matadero
Central del Sur a pedir los restos de las faenas y todo lo que se tiraba
a la basura. Entre los cortes de su preferencia estaba la panza o
estómago vacuno también llamada libro. De ahí que genéricamente le quedó
el nombre mondongo a esa parte de la vaca y por extensión y vulgarismo,
al barrio.
A
esta altura debemos decir que se le llamaba barrio del tambor a
cualquier caserío de negros o lugar donde vivieran o se establecieran no
aisladamente, tanto en la zona urbana como suburbana, de manera que se
hablaba en plural y genéricamente de “los” barrios del tambor.
Como
barrio en sí mismo el del Tambor obviamente no tenía entidad
administrativa estuviera donde estuviese, ya que no aparece ni en los
censos ni en los planos, aunque si en los documentos y escrituras; todos
hablaban de esos barrios que no existieron para la realidad blanca del
Estado virreinal ni del nacional más tarde. A tal grado existía esa zona
como bien definida en la ciudad que un testamento de 1809 da como dato
suficiente para su ubicación:”un cuarto de tierra perteneciente a dichas
testamenterías, cito en el nombrado Tango de los negros, barrio de la
parroquia de la Concepción…”
y al dar los nombres de los vecinos colindantes hay cuatro “negros y
pardos” y una sola “doña”. Como siempre, eran transparentes; es el único
nombre de barrio que se repitió constantemente y nadie se preguntó
donde quedaba. ¿Por qué se lo iban a preguntar? Aún en 1970, cuando se
suponía que el viejo racismo ya debía estar olvidado entre los
intelectuales, un historiador describía aquel “barrio tradicional que la
civilización y el progreso de esta gran capital ha barrido,
reedificando en aquellos inmundos terrenos hermosas casas y palacios
suntuosos”, esto nos explica por qué estos barrios no fueron temas de
estudio o interés, menos aún de preservación. (Daniel Schávelzon – 2003).
El
centro neurálgico del barrio llegó a ser, en la última década del Siglo
XVIII, el Hueco de Montserrat, denominación que se le daba a las plazas
y a los parajes de carretas y caballos.
Hueco de Montserrat 1844 – grabado, A.G.N.
El nombre se lo otorgó la Iglesia y parroquia de Montserrat, ubicada a cien metros del lugar sobre la calle Belgrano. Posteriormente se llamó de la Fidelidad, “debido,
según asegura la tradición, a que los negros de esas vecindades juraron
fidelidad, al formarse en batallones para repeler las invasiones
inglesas”, (Francisco Romay, Cuadernos de Bs. As. VIII)
En
ese lugar se levantó una plaza de toros que funcionó desde Febrero de
1791 hasta principios de 1800, época por la que se mudó a la actual
Plaza San Martín hasta 1819.
Esta
plaza de toros fue uno de los factores de impulso comercial del barrio
ya que en su entorno empezaron a aparecer, pulperías, casas de juego,
ventas de todo tipo de productos de abastecimiento para la actividad
taurina, mercados y por supuesto prostíbulos y peringundines.
Era
famosa la calle Aroma, popularmente llamada “del pecado”, callejón de
una cuadra que corría de Oeste a Este, paralelo a la calle Moreno y
terminaba en el hueco o plaza, funcionando como toril de ésta, donde al
caer el sol, el malandraje afloraba haciendo de la zona un lugar de
peligrosa reputación.
Calle Aroma, al fondo la iglesia de Montserrat y la calle Lima, 1890.
Para ubicarnos hoy: la plaza de Montserrat estaba en la mitad de la manzana que hoy ocupa la Av.
9 de Julio entre las calles Moreno y Belgrano, teniendo en cuenta que
por el lado sur de donde hoy está el edificio del Ministerio de
Desarrollo Social, corría la calle Aroma entre Lima y la mencionada
plaza.
Cuando
se decidió trasladar la plaza de toros, el barrio entró en una marcada
decadencia debido a que los comerciantes se empezaron a mudar hacia el
Retiro, dejando muchas viviendas y solares abandonados y sumiendo aún
más en la pobreza y la marginalidad toda la zona. Fue entonces que los
negros empezaron a ocupar esas viviendas y edificaciones
transformándolas en conventillos donde el hacinamiento y la promiscuidad
eran el reflejo de la extrema pobreza en que vivían los afros. Un tipo
de vivienda típica de esa época la describe Schávelzon: “…al
parecer lo habitual era un terreno normal con una casa mínima de sala
de adobe cocido o ladrillo, techo de tejas, aposento y cocina con un
gran terreno al fondo. En realidad era el tipo de casa mas común en la
ciudad para todos los pobres, blancos y negros.”
En la elección de la zona, posiblemente haya influido también la imagen de la Virgen
de Montserrat, copia de la de Cataluña, ubicada en la iglesia del mismo
nombre, que originalmente es de piel negra, pero atribuible al tizne de
las velas que durante siglos se encendían en su entorno, lo que llevó a
llamársela La Morenita.
Era
común que en las procesiones, la imagen fuera llevada en andas
acompañada de cantos, cirios y tambores provenientes de la feligresía
negra que recorría con devoción las calles del barrio.
Otra
de las características, en lo que se refiere a la población afro fue
que en esa zona se radicaron la mayor cantidad de Salas de Nación o
Naciones en casas que en ocasiones, eran compradas por ellos mismos o
bien eran cedidas por algún amo. Se ubicaban principalmente en las
calles México y Chile donde tenían sus tambos y canchas donde se
desarrollaban los candombes en los días festivos y los Domingos. Francisco García Jiménez escribe en su Historia del Tango 1880-1930: “…una
llamativa noticia de aquellos tiempos menciona una Casa y Sitio de
Tango o Tango de los Negros que ocupaba un terreno de mil doscientas
varas cuadradas en la parroquia de la Concepción.”
Este
aspecto es de real importancia en el difícil rastreo de los
antecedentes afroporteños ya que las Naciones fueron el eje social de
los negros reunidos por distintos motivos, entre los que se encontraba
principalmente la recaudación de fondos para las “manumisiones” de sus
compañeros, es decir el pago por la libertad a sus amos y dueños, la
asistencia económica en caso de enfermedad, la organización de funerales
y todo esto, financiado por la actividad que mas les gustaba que eran
los bailes, donde aprovechaban para recaudar fondos.
En
las Naciones además se mantenían las tradiciones de cada origen pero el
denominador común se llamó Candombe que como representación privada de
la coronación y ceremonia de los reyes africanos, se extendía hasta el
baile multitudinario abierto a la comunidad al toque inconfundible del
tambor. Este hecho (y lo anterior) fue denominador común entre las
Naciones de Bs. As. y Montevideo.
Desde
el punto de vista demográfico el barrio que más densidad de negros
tenía era Montserrat con el 33,25%, le seguía San Nicolás con el 29,9%,
Catedral al Norte y Sur, La Concepción y San Miguel con el 25%, La Piedad
con el 21,14%, San Telmo con el 18,06% y por último Balvanera con el
13,92%, lo que nos da una semblanza de la distribución humana en ese Barrio del Tambor que, obviamente, no tenía límites muy claros.
Vivienda de una familia afro, en Bs. As a fines del Siglo XIX, A.G.N.
Teniendo
en cuenta que Buenos Aires contaba con aproximadamente un 33% de
población negra por 1810, llegada la mitad del siglo este porcentaje
disminuyó sustancialmente. Poco a poco las clases acomodadas fueron
poblando las zonas mas al Norte de la ciudad hacia el Pilar y el Retiro y
junto con ellos se iban trasladando sus antiguos esclavos ocupando los
suburbios humildes de dichas zonas. Mientras que por el Barrio del
Tambor se quedaban los más pobres y sin trabajo fijo o simplemente los
que no querían o no necesitaban emigrar. No nos olvidemos que los grupos
sociales se reúnen en torno a sus fuentes de trabajo, tanto en lo rural
como en lo urbano y poco a poco esta zona pasó a ser un área relegada
del progreso ya que solo acumulaba pobres y los hacinaba en
conventillos. Refiriéndose a este aspecto dice Oscar Natale: “
…el avance de los desclasados –y la mayor parte de los negros lo eran-
hacia los nuevos focos de “la mala vida”, donde nació el Tango, o hacia
el rancherío o el conventillo rejuntado o entremezclado con la
abundancia.”
Los
afroporteños habitaron el barrio del Tambor hasta que su presencia
empezó a declinar allá entre 1860 y 1870 cuando las primeras oleadas de
inmigrantes europeos los empezaron a desplazar de los conventillos y a
ocupar los lugares que éstos tenían como propios. Ya en ese entonces la
raza negra decaía por su baja natalidad, su altísimo porcentaje de
muertos en las guerras y, obviamente, porque dejaron de “entrar” al país
como lo habían hecho por mas de dos siglos como esclavos. Todo esto
contribuyó al desmembramiento social de los afros, desapareciendo gran
parte de sus sociedades y Naciones produciéndose, a la vez, una
inevitable mezcla de sangre con la criolla, la europea y la indígena.
Y
en ese proceso silencioso, sombrío y bastante tergiversado, se
perdieron los rastros arquitectónicos, materiales, sociales, culturales y
artísticos que llevaron al Barrio del Tambor a ser el “lugar”, el punto
geográfico del negro en Buenos Aires tanto como en Montevideo lo fue el
Barrio Reus y también hasta hoy en día, Barrio Sur y Palermo.
A
nadie le importó conservar algo del barrio. Posiblemente los
directamente involucrados no dimensionaron el despojo y la indiferencia
de que fueron víctimas y mucho menos, imaginaron el valor histórico que
esas paredes hubiesen encerrado para la posteridad.
Barrio donde el cuero y el fuego forjaron uno de los primeros ritmos nacidos en estas tierras: el Candombe y de él, la Milonga y luego el Tango.
Matriz
del mutualismo nacional, donde una cincuentena de Naciones tejieron las
primeras redes de ayuda mutua y pertenencia social organizada del país.
Cuna
de hombres y mujeres que defendieron con su vida esta patria que no
eligieron. De artesanos, poetas, músicos, payadores y trabajadores en
fin que a la par de cualquier blanco, criollo o europeo, sufrieron el
estigma de pertenecer a la franja mas baja del escalafón social, no por
elección sino por indigna herencia.
“Negros porteños”, A. Taullard 1927
El
Barrio del Tambor me sugiere barro, olor a guiso de mondongo, carros
tirados por caballos, gritos, ropa colgada, velas encendidas, palabras
ininteligibles en kimbundu o lingala, sombras,
lavanderas camino al río, amaneceres, viejos negros tomando mate, perros
correteando de casa en casa, la letanía de alguna oración, el
guitarrero atrincherado en el boliche con un vaso de caña como escudo,
fogatas, los pies descalzos reptando, el susurro de un tambor acariciado
por callos ancestrales que desatan la alegría y conducen el dolor al
fondo de una botella.
Y luego el olvido…
El
negro no pudo escribir la historia nacional porque prácticamente fue
analfabeto, pero Vicente Fidel López en su Manual de Historia Argentina
escribió: “La salvaje algazara que se levanta en el aire, de
aquella circunvalación exterior, la oíamos –hablo como testigo – como
un rumor siniestro y ominoso desde las calles del centro, semejante al
de una amenazante invasión de tribus africanas, negras y desnudas.”
Tal vez estas líneas ayuden a comprender porqué ya no está.
Jorge Algorta
Febrero 2008