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Mostrando entradas de enero, 2011

Oliverio Girondo por Juan Sasturain

Esta nota-homenaje-recordatorio, es inmensa, memorable. Publicada en Pagina/12 ayer Veinte motivos para leer a Oliverio Girondo Por Juan Sasturain Cinco por la negativa: las carencias Uno. No saber quién es. Es el mejor motivo y el que a él más le hubiera gustado. Enterarse de que es –para muchos– el mejor poeta argentino del siglo XX es un dato que puede despertar al menos la curiosidad, primer paso hacia la posibilidad de tener una aventura; quiero decir: una experiencia que nos cambie la vida. Conocer a Girondo vale la pena precisamente por eso: te deja diferente de cómo te encontró. Dos. No haberlo leído. Es una suerte, como no haber leído todavía a Pessoa o a Pound. O no haber ido a China o no conocer Africa. Se te abre un mundo desconocido, una puerta. A mí me pasó cuando tenía algo más de veinte, en la segunda mitad de los ‘60, y el Centro Editor lo reeditó en una colección barata y popular. Después encontré la edición de Losada de Persuasión de los días, de 1942, en

Será que nací en el sur?

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Cuando Charly edita Piano Bar quedé sorprendido. Yo escuchaba mucha música de afuera, y me parecia que la movida "nueva" venía de los ingleses y los yanquis, con el new wave sucediendo naturalmente al punk pero ocurrieron los 80, ocurrió Malvinas... El rock nacional venía tomando un nuevo impulso, la llegada de la democracia me revolucionaba y ya su vez me invadía esa imposible nostalgia de otros tiempos mejores, enfrentado como estaba a una realidad terrible que no había sabido ver. Y lo político se mezclaba con esa estética plástica ochentosa que celebraba el consumo y precisamente se consumía al propio rock. En ese momento cuando se están abriendo los ojos al despertar, medio sueño, medio realidad, entre dos mundos, se materializa el album de Charly. Ya desde el arte es impactante, un album de tapa blanca, gigante, como eran los LP, que te permitía tener entre manos una pequeña obra de arte, casi un cuadro para colgar en la pared. La foto de la tapa no podía ser otra